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AemondTargaryen · 31-35
No le creyó por la misma razón de su pregunta: se sentía como un niño frente a ella. Era fácil hablarle, pero no tenía nada que ella pudiese aprender de él; el solo sabía de espadas, política y filosofía aburrida de Westeros.
Pero ella tenía la experiencia labrada en cada acto y palabra, lo que no se logra con veinticinco años. No sólo eso, si no que era bastante segura de si misma.
Todas las damas que conocía le temían a algo, pero Jana era lo opuesto. A ella en cierto modo le temía, lo que lo llenaba de emoción al verla. Ahí mismo quiso acercarse, tocarla, quedar en ridículo si podía saciar su curiosidad.
En cambio le dio la espalda y fue hacia la puerta. Mientras se iba respondió.
— Tregua. Traeré mi ofrenda de paz mañana. —
Pero ella tenía la experiencia labrada en cada acto y palabra, lo que no se logra con veinticinco años. No sólo eso, si no que era bastante segura de si misma.
Todas las damas que conocía le temían a algo, pero Jana era lo opuesto. A ella en cierto modo le temía, lo que lo llenaba de emoción al verla. Ahí mismo quiso acercarse, tocarla, quedar en ridículo si podía saciar su curiosidad.
En cambio le dio la espalda y fue hacia la puerta. Mientras se iba respondió.
— Tregua. Traeré mi ofrenda de paz mañana. —
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