No le creyó por la misma razón de su pregunta: se sentía como un niño frente a ella. Era fácil hablarle, pero no tenía nada que ella pudiese aprender de él; el solo sabía de espadas, política y filosofía aburrida de Westeros.

Pero ella tenía la experiencia labrada en cada acto y palabra, lo que no se logra con veinticinco años. No sólo eso, si no que era bastante segura de si misma.

Todas las damas que conocía le temían a algo, pero Jana era lo opuesto. A ella en cierto modo le temía, lo que lo llenaba de emoción al verla. Ahí mismo quiso acercarse, tocarla, quedar en ridículo si podía saciar su curiosidad.

En cambio le dio la espalda y fue hacia la puerta. Mientras se iba respondió.

— Tregua. Traeré mi ofrenda de paz mañana. —

No supo qué responder de forma inmediata, había vivido tanto que no lo recordaba. Para que el lector se haga una idea: Janâ estuvo en los cimientos del reino en donde vivía, en Zeyia, que colindaba con el bosque mencionado. Su edad rondaba los mil ciento cuarenta y cinco años.

━━Tengo veinticinco años. ━━Al fin respondió. No encajaba perfectamente con su apariencia tan juvenil, ¡pero qué iba a saber ella de las apariencias mortales a tal edad! ━━ ¿A qué se debe la pregunta?

Hubo dos cosas en su respuesta que llamaron su atención. ¿Le había llamado humano? Enarcó una ceja extrañado, y entre su duda llegó otra cuestión más que detuvo sus pensamientos... Ella iba a irse. Bueno, honestamente si él pudiera ya lo hubiese hecho desde hace rato.

Tomó la caja con ambas manos, observándola con cierto recelo. Era una tregua, sí, pero el poco tiempo que iba a durar lo contrariaba en muchas formas. No quería que le privara de su compañía, la más divertida e interesante en años.

Años... Volvió a la primera cuestión.

— Te parecerá grosero... Pero, ¿Qué edad tienes? —

━━Pero sí un humano, también necesitan un poco de naturaleza. Aire puro. El aire de aquí es horrible. ━━Un escalofrío recorrió su espalda al sentir nuevamente esa combinación de olores. ━━Me sorprendes, eres tan optimista. De cualquier modo yo me iré de aquí en cinco días. Fue muy bonita la visita, exceptuando el aire. Westeros tiene su encanto, es cuestión de mirar muy bien. ━━Al voltear traía en sus manos una pequeña caja roja, en ella habían ramitas aromatizantes y frutos rojizos secos. ━━Es una tregua, no intentaré matarte por el resto del tiempo que esté aquí y si decides venir conmigo al final no habrá problema. ━━Extendió hacia él el objeto.

Ella hablaba con tanto gusto por el sitio que a medida que avanzaban sus palabras él pudo imaginar el paisaje. Parecía algo totalmente opuesto a su entorno, el cual estaba labrado en piedra y codicia.

¿Se podía permitir siquiera imaginar una vida diferente? Quien sabe. La visión de su espalda y la definición de su silueta femenina le hacían creer que sí, que había cosas mejores... Pero no se sentía merecedor de tanto.

— ¿Pasto? No soy una cabra. — Estuvo a punto de cuestionar qué otras cosas, cayendo en cuenta de la insinuación. Antes de ruborizarse desvío la mirada.

— No tengo tanta suerte. Jamás podría salir de aquí. —

━━ Debería llevarte, te hace falta tocar algo de pasto ━━hizo una pausa para sonreír con travesura mientras lo miraba por encima del hombro, ━━ y otras cosas.

Fingió limpiarse las manos ante su vista a propósito. Ella le devolvería el trato si no fuera porque mostró interés sobre su cuadro. Ahora tenía una razón para querer seducirlo; se fijó en él desde ese punto de vista. A Janâ siempre le gustaron los problemáticos rebeldes de aspecto áspero. Aemond se había vuelto en una presa.

━━Pues claro que no lo vas a conocer, queda muy lejos de tu lugar de origen. Hay que cruzar todo el mar que parece nunca acabar, al final la tierra de los Verdes recibirá a los visitantes con frutas, pieles y los despojaran de sus armas. Es un lugar pacífico, puedes dormir en medio del bosque sin temer que te arranquen la cabeza. ━━Caminó hacia otro cuadro, bajo este había un pequeño tocado de huesitos y flores secas, ahora le daba la espalda. Hacía muchísimo que no iba a esos bosques. Seguía siendo bienvenida por haber servido a su corona, ese era un lindo detalle, era el único reino -exceptuando su hogar legítimo - que no la cazaba. […]

Curvó las comisuras de sus labios hacia abajo, aprobando el trueque pacífico que se hizo por el material. Estaba interesado en el cuadro cuando sintió el toque sobre su hombro, lo cual no pasó desapercibido. ¿Era la primera vez que le tocaba sin intenciones de destriparlo?

Por un segundo su cabeza se hizo un lío. Sí, era osado y tenía un historial rebelde, pero con las mujeres no tenía experiencia. Recordó su primera vez, pesima y breve, con una prostituta bajo exigencia de su hermano con el fin de "hacerlo hombre"; vaya desastre.

Ella se le iba a reír en la cara si intentaba algo. Prefirió no correr el riesgo, así que dio un paso a un costado para huir estoicamente de su toque. Era mejor lucir frío que inexperto; ella lo notaría.

— No conozco ese sitio. — Dijo con amargura, consecuencia de sus pensamientos. Pronto se percató en que quería saber más, así que corrigió su tono.

— ¿En dónde es? —

━━Es una historia divertida, no tuve que matar a nadie. ━━Estaba orgullosa de decirlo, la mayoría de veces no tenía de otra que hacerlo. ━━ Fue un trueque. Oro por una uña. Es gigante, por lo que me va a durar para un buen rato... ━━se levantó para ver lo que él miraba de tan sólo pensar que podría tocar algo venenoso. Se acercó por detrás pasando la mano por su hombro y fijándose en el precioso cuadro de bronce que guardaba una colección de insectos preservados. ━━ Me lo trajeron del Bosque Tresarboles cuando solía trabajar en su corte.

¿Uña de...? ¿Qué? Parpadeó, después miró a su alrededor para tomar conciencia de qué había cerca. Colocó la taza en la mesa y caminó por el sitio, analizando los objetos.

— No sé si estoy mas curioso por cómo diste con la uña o por lo que podría hacerme. —