Qué bien conocía ella su punto débil; la raíz de sus defectos. El símbolo del antes y el después de su despertar como adulto, también el estandarte de sus inseguridades. Cómo le dolía que ella supiese justo dónde recae su necesidad de aceptación, en dónde podría ella golpearlo si un día se le antojara lastimarlo... Y aún así estaba seguro de que volvería por más.
Estalló en carcajadas.
Eran fuertes, escandalosas. Quizás incluso molestas para ella porque estaba muy cerca. Se levantó de su asiento con un poco de torpeza y caminó lejos de ahí porque necesitaba reírse, burlarse de si mismo.
Estaba aterrado.
— Aahh... — Suspiró al terminar, dándole la espalda y abotonando su camisa. Se pasó las manos por el cabello para dejarlo detrás de las orejas. Aún conservando su sonrisa dio media vuelta, negando con la cabeza sin remedio. Ya, no podía esconderse más.
