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AemondTargaryen · 31-35
No hubo reacción en su rostro. Aemond tan sólo se inclinó para dejar a la rana en el suelo y caminó hacia el trono con una severidad adulta en sus facciones que no prometía nada bueno.
Tenía dos propósitos en ese momento: Contentarla, y también hacerla cambiar de opinión.
Antes de llegar se quitó el abrigo, lo agitó sobre su cabeza y lo lanzó lejos; se aguantó bastante de no reír. Ahora subió a ese trono, colocó las rodillas a los costados de las piernas ajenas y arrodillado se llevó las manos a su camisa.
Uno a uno fue deshaciendo los botones. Desde su posición arriba la sentenció con la mirada.
— Es que no has visto suficiente. —
Tenía dos propósitos en ese momento: Contentarla, y también hacerla cambiar de opinión.
Antes de llegar se quitó el abrigo, lo agitó sobre su cabeza y lo lanzó lejos; se aguantó bastante de no reír. Ahora subió a ese trono, colocó las rodillas a los costados de las piernas ajenas y arrodillado se llevó las manos a su camisa.
Uno a uno fue deshaciendo los botones. Desde su posición arriba la sentenció con la mirada.
— Es que no has visto suficiente. —
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