Desde que comenzaron a trabajar en equipo Exusiai se las había arreglado para romper esa enorme muralla que Texas tenía frente a ella. Poco a poco fue abriéndose a ella hasta ser quizás, la persona con quién más confianza tenía. Exia suspiró, le rodeó con sus brazos y se dedicó a acariciar su espalda suavemente brindándole calma y calidez. — Bueno, es el jefe...no puedo decir que este completamente cuerdo pero sabe porque hace las cosas. Además no estás sola, trabajaremos en conjunto para que todos esos encargos se realicen. — Hizo una mueca y miró fijamente el techo, pensativa. — ¿Te molesta lo de la banda porque Lappy está todo el tiempo ocupada con eso? —
—Ahora está todo bien.— Cerró los párpados, en ese lugar seguro, en ese oasis en medio de la tempestad. Algo tan perfecto que simplemente no podía ser real, pues sabía que el corazón de ese ángel no le pertenecía, y el suyo estaba maltrecho, agonizante, envuelto en las llamas de ese amor complicado, que ardía... sin embargo, no podía negarse a ese bálsamo que eran sus brazos. Como un cachorro se restregó suavemente contra ella, acurrucándose. —Han sido días cansados, las entregas parecen no terminar, y el Jefe está haciendo tratos con nuevos clientes, pero está más concentrado en esa banda...— Frunció el ceño, soltando un suspiro. —No me hagas caso. Solo deseaba tomar un respiro.
No era de sorprenderse cada vez que Texas actuaba de esa manera, en cierto aspecto la comprendía mejor que nada y sabía bien que como líder llevaba una vida dura sin mencionar el pasado que parecía siempre pisar sus talones. Cuando se aferró a ella, Exia lo único que atino a hacer fue rodearla con firmeza con sus brazos y acariciar suavemente su cabeza. — ¿Está todo bien?, sabes que puedes decirme lo que sea.
—No es como si pudiera negar esa verdad.— No era que fuese incapaz de expresarse, más bien, se reprimia tanto que ya había abrazado esa personalidad distante, ella misma se ponía obstáculos para acercarse a otros, sin embargo ella... ese ángel de dulce sonrisa la hacía sentir segura, ¿merecía algo tan bueno en su vida?... Lo único que sabía era que deseaba cuidarla, ser su roca y su espada, tomar su corazón y protegerlo de ese monstruo que la destrozaba cada vez que se le antojaba. —Exusiai...— Susurró su nombre y se inclinó hacia ella, aferrándola.
