Y Pensar que en algún momento Texas se rehusaba a estar cerca de ella. Ahora parecía que en cada oportunidad no perdían el tiempo para estar juntas y saciar su deseo. Lappland la miró agitada, sonrió ladina y como cada vez antes de partir, había una promesa la cual no estaba segura por cuánto tiempo más sería capaz de mantener. —No me subestimes - inclinó su cabeza para sentir mejor el tacto de su mano contra su piel y cerró sus ojos.
—Ah si... la misión.— No faltaría mucho para que fuesen llamadas a la batalla. Rhodes había pedido la asistencia de Penguin Logistics en cuestión estratégica y Texas tenía que ayudar a coordinar los puntos de escape para todos los operadores. Suspiró, acomodando su cabello detrás de la oreja para tratar de calmar aquéllas primitivas emociones que crecían en su interior cada vez que estaba cerca de la albina. —Ya tendremos tiempo de ver las estrellas, más tarde... Así que tienes prohibido morir.— Se acercó a ella. Su dedo limpió la sangre que había dejado en su cuello, después, acarició su mejilla.
No lo era y realmente eso no importaba. Jadeó al sentir la mordida, gruñó y clavó sus uñas con firmeza antes de apartarse respirando agitada. — Vendrán a buscarnos...— sonrió ladina, era una última advertencia, si a partir de ahí Texas no ponía un alto, nada podría parar a la lupo.
Sintió como su espalda chocaba contra la pared, la albina se comportaba tan brusca y salvaje como siempre... ¿Había extrañado eso? Un suave quejido brotó de sus labios ante esa mordida. –Como si fuera tan difícil provocarte...– La sujetó por la chamarra y la obligó a acercarse peligrosamente a ella, más inclinó la cabeza para dar una mordida en su cuello, que dejó una marca roja.
No pudo evitar gruñir, volvió a sonreír y sus dedos presionaron con fuerza la zona que sostenía. — No me provoques, Texas. — Avanzó hasta acorralarla contra la pared, gruñó y mordió su labio inferior tirando suavemente de el.
