Frunció el ceño ante ese comentario. Así era como Lappland la había conocido y la hacía sentir contrariada. Por un lado, no quería ser más esa Texas impulsiva y despiadada, que incluso disfrutaba mancharse las manos de sangre. Por otro, sin importar lo apegada que fuese a sus compañeras de Penguin, Lappland era la única que podía ver quien en verdad era. —Tienes razón, tomaré dulces en vez del cigarrillo.— Patético intento por demostrar que había cambiado. Agachó la mirada a la par de sus orejas, y con el puño de su chamarra comenzó a limpiar la hoja de una de sus espadas. —También yo. Pero qué más podemos hacer. En ningún lugar del mundo existe ya la paz. Al menos Reunion es un problema que sí podemos controlar.— A diferencia de las catástrofes que arrasaban con todo a su paso y en los cuales no podían hacer más que tratar de sobrevivir.
Ahí estaba de nuevo esa mirada, apretó los labios ligeramente sin saber que decir, no podía añadir nada más, era esa su cruda realidad y no podía negarla por más que deseará, tenía cierta esperanza en que Texas algún día al igual que ella se resignaria. De un salto subió al vehículo y rápidamente se acomodó tomando asiento sin perder visibilidad del campo. Debían estar alerta. —¿Los malos hábitos vuelven, Texas? — sonrió ladina mostrando uno de sus caninos y pronto movió sus orejas alerta de los movimientos alrededor. —Detesto estas misiones, reunion jamás tiene suficiente y vienen por más. — Se quejó sacudiendo un poco su gabardina, tenía tierra en ella.
De nuevo sentía que había hablado de más. Era una molesta presión en el pecho la que sentía cada vez que Lappland mencionaba aquélla horrible enfermedad y hablara como si estuviera resignada a cumplir con su destino. No mencionó nada al respecto, pero sus pupilas ámbar hablaron de su preocupación por ella cuando tomó su mano y sus miradas se cruzaron.
En silencio recogió también sus armas y la soltó cuando estuvieron cerca del cargamento. No iban en la cabina del conductor, sino en la parte de atrás, con los recursos, vigilando que ningún enemigo o alimaña detuviera su camino. De un ágil salto subió al vehículo.
—No falta mucho para llegar de todos modos. Y mataría por un cigarrillo y un café.
Con su ayuda se levantó, sacudió sus ropas y tomo sus armas para colocarlas en sus respectivas fundas y poder avanzar un poco dejando atrás a su compañera, frunció ligeramente el ceño y la miró sobre su hombro relajando un poco su expresión. — Es la idea, si mueren quieren arrastrarnos con ellos. La gente comenzó a desquiciarse por la Oriphaty, no los culpo, es aterradora la idea. — Se giró para quedar frente a su compañera y le sonrió extendiendo su mano para dar una palmada a su hombros. — Vamos, Texas. Es hora de irnos. Debemos estar preparadas. —
Quizás Lappland tenía razón. Debía relajarse. Habían ganado esa pelea sin ninguna baja y con heridas menores, generalmente no obtenían tan buenos resultados. —Vale...— Dejó escapar un suspiro y se levantó, ofreciendo su mano a la albina para que hiciera lo mismo. —Tenemos que llegar a Rhodes lo antes posible.— Reunion ya tenía la ubicación del cargamento de carbon sticks que custodiaban. Era importante no perder el tiempo para evitar otro posible ataque. —No puedo creer que ni siquiera desean quedarse con nuestros recursos. Destruirlos es suficiente para ellos.
Esas heridas para nada eran comparadas con aquel dolor que siempre se esmeraba en ocultar, cerró uno de sus ojos y dejó escapar una risa corta, sentía alivio de que Texas estuviera sana y salva. — Pero no lo estamos, estas a salvo. Relajate.
