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TKss1582180 · 36-40, F
—Pero ya conoces la reglas, Hunter. Tiene que ser la navidad perfecta, ¿me oyes? Juro que no te perdonaré jamás si la arruinas.

Se había detenido para decir eso último, y sus manos parecieron moverse errantes entre su cintura, y sus caderas, como si aquello le hubiese costado toda su fortaleza y temple para decirlo. ¿Aquello era razonable? No lo sabía, su cabeza y su pecho eran un lío, como cada maldita vez que hablaba con Hunter.
TKss1582180 · 36-40, F
Sin decir nada, su mano se acercó a la del castaño, y lo tomó por el pulgar, apretándolo entre sus propios dedos, como si con eso dijera todo lo que se rehusaba a decirle para calmar sus culpas. Pero aquel apretón duró tan sólo un par de segundos, pues se deshizo, y su mano cayó al costado.

Un nudo en la garganta; justo lo que necesitaba. Tuvo entonces que acelerar el paso, necesitaba dejarlo atrás.

—Basta de hablar de nuestros padres. Ahora los padres somos nosotros. Y no quiero que Talullah pase su primera navidad fuera de su hogar, lejos de su casa.

Pareció resolver en voz alta, y a diferencia de otras personas, cuando su voz era interceptada por ese nudo que se le había formado, se volvía más grave de lo normal; menos mal que llevaba lentes de sol.

—Así que ven a casa. Podrás pasar navidad con nosotras.

Dijo, y su voz pareció batallar para salir de esos labios que temblaban y se curvaban en negativo.
TKss1582180 · 36-40, F
¿Cuántas veces habían abierto sus heridas paternas juntos en el pasado? Recordaba al menos tres sesiones de ello, la primera sentados sobre el cofre de su viejo Shelby, en el estacionamiento del In-n-Out en Marina del Rey, la recordaba bien. Después de ello, se abrazaron hasta que el sol se puso sobre Santa Mónica. La segunda fue entre las sábanas, en su viejo apartamento, y la tercera fue cuando conoció a Ginny, y no paró de hablar en toda la noche de ese padre que parecía imaginario para Hunter, y que para ella parecía ser el mundo entero.

Tragó saliva, quedó en silencio, y sintió la arena quemar sus pies sin inmutarse, como si las punzadas de empatía que sentía fueran más fuertes que ese malestar. La frescura de la arena húmeda pareció sacarla de ese pensamiento, y miró de reojo a su ex-esposo, pues rápidamente reconoció el timbre que su voz había adquirido.
TKss1582180 · 36-40, F
Su entrecejo se frunció, de esa forma tan extremadamente dramática que parecía que de pronto tenía el corazón roto, y no rencores guardados, ni contra su esposo, ni contra su padre.

—Se permite llevar bebés a prisión, pero no es el mejor lugar para que un bebé pase su primera navidad, ¿sabes?

Su voz seguía siendo ligera, y antes de terminar de negarse, fue que tuvieron que moverse de aquella ciclopista. De pronto, Hunter estuvo tan inmerso en su relato, en revivir su trauma, que pareció incauto de su alrededor. Tabatha no rechistó, ni lo interrumpió, por primera vez, caminó junto a él, cabizbaja y escuchándole con solemnidad.

No, no era la primera vez que escuchaba esa historia, ni siquiera esa reflexión, pero sí era la primera vez que la escuchaba, y que tenía la sensibilidad de interiorizarla desde que Talullah había llegado al mundo.
H1582131 · 31-35, M
— La arena está muy caliente, tendremos que caminar en la orilla —con una expresión de dolor, se hizo sombra con una palma en la frente al elevar el rostro hacia el ajeno, mientras que con la que sostenía su calzado apuntaba hacia el mar, que estaba a pocos metros de ellos—. Y por todo eso, sé que no quiero lastimar a mi hija. Me guardas mucho rencor, lo sé, y tienes tus razones. Eso es indiscutible, sí. Pero no quisiera que ella creciera sintiendo que está rota también, no quiero que crezca odiándose a sí misma o que sienta que es insuficiente para todos.

Se tomó otro momento para resoplar, adelantando un poco sus pasos hacia la arena mojada, esperando que la siguiente ola le alcanzara los pies.

— Y jamás quisiera que crezca pensando que es invisible para mí.
H1582131 · 31-35, M
— Él nunca me habló, nunca me miró a los ojos. De niño pensaba que tenía superpoderes, que podía ser algo así como la versión masculina de Sue Storm y hacerme llamar El Hombre Invisible cuando creciera, pero esa era sólo mi inocencia —se relamió los labios e hizo por mirar hacia otro lado cuando se levantó y se sacudió la arena del trasero—. Sé que no fui un buen esposo, Tabatha, y que no estabas lista para ser mamá, y por supuesto que yo tampoco estaba listo para tener un bebé, porque siempre odié mi vida familiar.

Se tomó un momento para aclararse la garganta, pues cuando en ella albergaba un nudo su voz sonaba más rasposa.

— Pero la tuvimos y nunca pensé que podía amar tanto a alguien. Cuando te conocí me enamoré perdidamente de ti, nunca sentí algo así por nadie. A veces te amaba tanto que me abrumaba, sentía que nada era suficiente, ni siquiera estar dentro de ti. Me desesperaba, me frustraba, no sabía qué más podía hacer, qué más podía darte.

(...)
H1582131 · 31-35, M
— Tú sabes que nunca estuvo en mis planes formar una familia como tal, desde niño siempre sentí que nací con algo roto —invitó a la rubia a seguirle el paso, ya que habían terminado a mitad de una ciclovía y una muchacha en patines casi chocó con Hunter. Esta vez se habían reunido en OC, muy cerca de la casa que compró cuando se casaron; donde vivía Tabatha con Talullah—. Mi papá me conoció cuando yo ya caminaba y no tengo ningún recuerdo bueno, o mejor dicho; personal con él. Todos dicen que antes de la guerra Ginebra y mamá eran su mundo entero. Me cuesta imaginarlo, tengo mucha imaginación, pero eso me parece inconcebible. Cuando Gin habla de él con tanto amor, o mis abuelos, siempre me he sentido excluido y ajeno, como si hablaran de un desconocido.

Ni bien pisaron la arena, Hunter se sentó para quitarse las zapatillas blancas y las calcetas.

(...)
H1582131 · 31-35, M
— Tardo más de San Francisco a acá, que de Toronto a New York. A mí no me gusta Canadá, a ti no te gusta Canadá —alzó levemente los hombros, y después emuló una sonrisa media, pues quería ocultar su "cinismo", como llamaba ella. Digamos que, trataba al orgullo de Tabatha con pinzas y ya comenzaba a ceder—. No tenemos porqué ver a tus... medios hermanos, ni a Lainie —decía con cuidado—, pero si tu padre no ha conocido a Lula... ¿se permite llevar bebés a prisión?

Su pregunta era genuina, tenía tanta curiosidad como para escribir aquella pregunta en el buscador, pero si empezaba a divagar la haría enfadar.

— Puedo mover lo de Toronto sino —sí podía. Podía hacer lo que él quisiera, excepto dejar de sonreír. Contuvo el impulso de tomar a la rubia por la cintura y elevarla del piso para darle un par de vueltas—. Aprecio que me digas eso; es muy importante para mí estar con mi hija, sobre todo en fechas así —se llevó una mano a remover los cabellos de su frente.

(...)
TKss1582180 · 36-40, F
—Detesto ir a Nueva York, lo sabes, y además, Toronto no está tan cerca.

Hizo una pausa en la que sus labios se quedaron abiertos, como si fuese a decir algo más, y no consiguiera las palabras.
TKss1582180 · 36-40, F
Frunció su entrecejo, que aún en forma de reproche, se apreciaba melancólico, y sus ojos se curvaban aún más. Iba a decir algo sobre lo de su padre, pero lo vio sacar el celular, y sus labios se cerraron, haciendo que sus fosas nasales se ampliaran; estaba expectante, ya hasta se había cruzado de brazos anticipadamente. Pero al ver la reacción de su ex-esposo, supo exactamente quien le estaba marcando, y soltó una risilla que la hizo negar con la cabeza.

—Eres un hombre adulto, Hunter, no tienes qué pasar navidad en San Diego si no quieres, no entiendo por qué Ginny te hace temblar de esa forma; ojalá yo hubiera sabido cómo hacerlo alguna vez, y quizá podríamos entonces pasar todas las navidades juntos.

Lo soltó, no pudo evitarlo, pero su voz no sonaba tan dura como normalmente. Iba desbloquear la tablet para seguir trabajando, pero lo último que dijo hunter, con ese cinismo, la hizo mirarle de soslayo.

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