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Tallulah-lullah-lullaby
 
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H1582131 · 31-35, M
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Esperó hasta que bajara con la niña nuevamente en brazos, guiándolas emocionado hacia la entrada. No requería llave, sino colocar una contraseña de cinco dígitos en la manija.

Adentro sí que estaba fresco.

— Los decoradores están viniendo a trabajar medio día —se percibía el olor a nuevo; pintura, muebles, electrodomésticos. Había muchas cosas sin desenvolver, como por ejemplo, un piano negro entre el comedor y la sala, unos cuadros que ilustraban ciertas portadas de cómics, firmados por el mismísimo Rob Liefeld, que pensaba colocar en la sala—. Tres habitaciónes: la mía, la de Tallulah (¿quieres verla?), y en la de invitados improvisé un pequeño estudio.
H1582131 · 31-35, M
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Nadie que lo conociera podría creer eso de él; el alma de la fiesta, un playboy empedernido... en Magnolia encontró otro santuario de la calma, aunque no pasaba mucho tiempo allí.

— Abre la guantera, hay una guía, un folleto... hay un lago artificial, campo de golf, club de yoga, de lectura. Muy zen —soltó una risita burlona, bajando la velocidad cuando señaló la suya. No parecía un condo como tal, podía pasar como un loft, puesto que era de dos pisos. Se estacionó frente a su entrada. Eran construcciones modernas, demasiado modernas para el gusto de Tabatha, más bien—. Si te deja más tranquila, están prohibidas las fiestas y el ruido. Hay un restricto control de visitas y el número es muy limitado —le explicaba mientras se bajaba de la camioneta, haciéndose aire con el cuello de la camiseta, hasta que no pudo más y terminó por quitársela.

Nuevamente se hizo con los bolsos, y además con los que él adquirió en Candy-Andy.

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H1582131 · 31-35, M
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— No vas a creer quién es mi vecino, Taby —dijo emocionado mientras iban recorriendo casas y palmeras. Prácticamente estaban en el corazón de Hollywood, las casas no podían ser tan grandes como las mansiones de Calabasas o Beverly Hills (también había lo había considerado para vivir), pero el espacio entre una propiedad y otra no era para nada modesto. Era un sitio donde se vivía en armonía, incluso se podía ver a varias personas de la tercera edad trotando o ejercitándose en sus jardines frontales, grupal o individualmente—. Ramin Fuckin' Djawadi! —espetó con tanta emoción que, Tallulah se sobresaltó cuando claramente se veía estar a punto de quedarse dormida. No podía creer que no lloró en todo el camino.

Ver de pronto a una mujer de color que no podría ser mucho mayor que Tabatha, iba en ropas deportivas arrastrando un coche de bebé, le recordó que la mayoría de quienes habitaban esas casas eran personas mayores. Había pocos jóvenes, pero sobre todo, pocos niños.

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H1582131 · 31-35, M
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Era una buena hora para andar en auto. Tomó la Ventura Freeway, hasta que varios kilómetros después la vista de los Warner Bros. Studio le indicaba que había que desviarse por Olivia, hasta tomar Buena Vista St...

— Es genial tener el estudio por aquí cerca —comentó mientras esperaba que el rojo cambiara a verde para virar por Magnolia—. Pensaba comprar en Santa Mónica o Malibú, para estar cerca del mar —Fairview Street y unas cuadras más abajo y el típico boulevard con palmeras—. Mucho sol para una chica del Upper East Side, y un chico de la bahía de San Francisco —había un dejo de complicidad en su voz al hablar, demasiado tranquilo y sereno para ser real. Desde donde estaban ya se vislumbraba un muro que rezaba "Magnolia Hills" en cursiva, bien alumbrado y cubierto de (qué sorpresa) magnolias blancas y rosadas.

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H1582131 · 31-35, M
Miró por el espejo retrovisor en todo momento, era divertido verla batallar con los cinturones. Algo que ella nunca sabría era que, por muchos tutoriales que vio y a pesar de haber absorbido el instructivo hasta en chino y portugués, necesitó de la ayuda de su asistente, Matthew; quien a pesar de su corta edad, ya tenía dos hijos.

Aguardó hasta que la mamá leona adoptara su asiento para arrancar el vehículo. No estaba de acuerdo con apagar el aire, pero a pesar de emitir un gruñido secreto de reproche, cedió e hizo elevar la temperatura hasta que fuera más agradable para todos.

De vez en vez se asomaba por el retrovisor, sólo para ver a su hija mirarlo fijamente con esos ojos tristes, agitando brazos y piernas sin ningún fin en específico. Otras veces la pillaba con una mano en su boca, "hablando" sola o jugar con su franela, haciendo por llorar cada vez que esta le caía en los ojos.

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TKss1582180 · 36-40, F
Conocía bien esa camioneta, y caminó de manera natural hacia ella una vez que Hunter se adelantó a hacer los arreglos pertinentes. Al menos, cuando se asomó al interior, le alivio ver una silla de bebé bien colocada (para variar) la cual escrutó cuidadosamente, compulsivamente. Satisfecha con lo que veía, comenzó a desabrochar la cangurera en la que llevaba a la bebé, y la soltó con cuidado y agilidad. En un rápido movimiento, la bebé estaba sentada en su silla, y asegurada entre los cinturones. Tabatha le dio un último tirón a los cinturones de seguridad, y tras darle un beso a su hija, cerró la puerta y se dirigió al asiente del copiloto con naturalidad.

Una vez que toda la familia estuvo lista, sus manos intranquilas buscaron su móvil en alguno de los bolsos o bolsas que llevaba.

— Está muy frío para Tallulah, Hunter. Se puede enfermar.

Por supuesto que era sobreprotectora, por supuesto que encontraría algo mal, pero no lo dijo con malicia, lo dijo con genuina preocupació
H1582131 · 31-35, M
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Al fin se apartó para revelar una silla de bebé ya bien colocada al medio del asiento trasero. Por un momento hizo un amago de estirar los brazos para tomar a la bebé y colocarla él mismo, pero no quería empezar otra discusión. Conocía bien a Tabatha, como para saber que querría hacerlo ella misma, así que simplemente dejó los bolsos en el asiento libre y se bajó de la camioneta.

De allí se encaminó hasta la puerta del piloto y se montó sin más. Otro gran alivio sintió cuando encendió la camioneta y reguló el aire acondicionado, que en la calle ya comenzaba a asarse. Lo sentía por Tallulah dentro de ese traje afelpado.
H1582131 · 31-35, M
Cuánto alivio sintió al darse cuenta de que Tabatha al fin estaba cediendo. No necesitaba hablar (era demasiado orgullosa, como para hacerlo. Y con los años, Hunter aprendió que lo mejor en esos casos era no tocárselo), mas que con el cuerpo; al no forcejear por sus bolsos, y al no hacer por quitarle la mano del hombro mientras este iba tanteando su dirección.

Sólo había que doblar la cuadra para encontrarse con una camioneta Mercedes Clase G de color negro —que presumía la icónica insignia de los X-Men pegada bajo la marca del vehículo—, aparcada frente a una dulcería (de la que ya había llenado un par de bolsas antes de reunirse con Taby).

Ni bien estaban por llegar al gran vehículo, Hunter adelantó el paso, trastabillando antes de llegar a abrir la puerta trasera, sin decir nada aún. Una que otra bolsa se escuchó ser arrojada hacia la cajuela, se le escuchaba pujar y también el sonido de cinturones estirarse y desabrocharse.

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TKss1582180 · 36-40, F
Su cuerpo entonces perdió rigidez, y fue ella quien dio el primer paso; sin decir nada, dejó que esa mano que se apoyaba en ella les guiara hacia el lugar de la discordia inicial.

Después de todo, pensó, Tallulah merece ser amada y procuradaporsupapá.
TKss1582180 · 36-40, F
En un momento de contemplación en medio de todo ese caos, todo le pareció (quizá) simbólico, casi esotérico. Pero casi todo le parecía así en esa crisis de (casi) mediana edad. Y entonces pensó, que, por mucho resentimiento (justificado) y amargura que sintiera contra Hunter, quizá (y sólo quizá), si su amor por Tallulah era más puro que el que había tenido por ella, podría (por primera vez) empezar a hacerlascosasbien.

La calidez de la mano de Hunter era ligera sobre su propio hombro. Inspiró, largo y profundo, y se tragó el nudo en su garganta con toda la fuerza de voluntad que poseía. Tallulah no lloraba más, sólo gimoteaba, y miraba en todas direcciones con sus enormes ojos húmedos y enrojecidos en confusión. Tabatha la abrazó con ternura contra su pecho, y le beso los cabellos rubios con ternura, y quizá, con algo de esperanza de que la vida quizá pararía de dar tantas vueltas.

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