— Cuanta la elegancia de las personas de este país con sus ropajes y sus armas forjadas por su propia gente con corazón y alma....
Dijo para si mismo el extranjero mientras caminaba tranquilamente por aquellas tierras ya iniciada la noche, sus carmesíes ojos se fijaron en la totalidad de aquel joven hombre para así sonreir gentilmente, venía de ciertamente un infortunio pero había logrado salir vivo, para el joven cazador por otro lado, el hombre que se acercaba a este era bastante alto, vestía una mezcla entre armadura y telas además de tener dos espadas de estilo extranjero en su cintura una a cada lado y además de un muy peculiar aroma que se confundía con el de un demonio dada su naturaleza, estaba bañado de la sangre de estos.
Ver como aquel joven iba hacia la dirección de la cual este huía en un amable gesto le hizo asomar su rostro y aquellos ojos de intenso rojo por debajo