Intentó no mirar a su lado, porque estaba mal discriminar de esa forma. Ella lo había vivido, tenía los ojos rasgados. Llevó sus manos al brazo que la rodeaba, cuidando que no la apretase de más. —Te dejaré decirme así si me invitas una malteada de chocolate. ¿Trato?

— ¿A qué otra enana ves por aquí? —Obviando claramente a la pareja de enanos que estaban junto a ellos (?) Rió en voz baja por el golpe, estrechando más sus hombros. — Pero soy un dinosaurio adorable y por eso me dejas decirte enana.

—¿A quién le dices enana? —Lo otro no lo podía discutir, pero eso no evitó que moviera su codo para darle un golpe del estómago, a modo de reprimenda. —No es mi culpa que seas un dinosaurio.