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31-35, M
About Me
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En el 2020, la Organización de las Naciones Unidas dio a conocer los pronósticos para el planeta, en el que se aclaró que ritmo de vida actual de la civilización había alcanzado los límites más altos de contaminación y sobre calentamiento a escala global. Se advirtió que para el 2050 la Tierra sería inavitable. El aumento de la temperatura en los mares y océanos provocaría la muerte de distintas especies marinas, sumado por supuesto a la contaminación de las aguas; esta situación abriría la puerta a fenómenos como ciclones y huracanes cada vez más devastadores, que acabarían con la vida de miles de personas alrededor del mundo, generando millonarias pérdidas materiales, sepultando incluso comunidades enteras, bajo el agua.
Se advertía también sobre el derretimiento de los polos, que no solo incluía un aumento en el nivel del mar, también se señaló la posibilidad de despertar de su gélido sueño a virus y bacterias, organismos quizás primitivos, pero para los que la civilización moderna no estaría preparada.
Se planteó la necesidad de buscar fuentes alternas al combustible fósil, no sólo por los altos costos ambientales que causaba, también por la escasez de los mismos, que había llevado a roces entre naciones, que buscaban apropiarse de territorios ricos en este elemento.
Esos y otros puntos más fueron tocados en aquella convención en el que se hizo, no un llamado, un grito a la humanidad para salvar el mundo, para salvaguardar las vidas en el futuro.
El ser humano, no escuchó, no cambió, no atendió, el costo de la omisión comenzó a aparecer en distintas partes del mundo. Desastres naturales: inundaciones, terremotos, tsunamis, sequía. Crisis humanitarias: Pandemias, hambruna. Focos de violencia: Guerras, saqueos, revueltas.

Así fue que comenzó el principio del fin.
¿A ti cómo te alcanzó?