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—¿Irte y tener tus propias batallas? —Sorbió de su copa y al dejar que pasara el alcohol se revigorizó. —¿No crees que eres algo joven para eso? Podrían pulverizar tu pequeña cabecita.

Uno de los muchos veranos en el planeta Émeraude.
 
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DV1557272 · 31-35, M
Podría tener un año o un siglo de edad, pero siempre cada muestra afecto y caricia que arroja su madre era un abrazo a su espíritu. Y bien que además ella tentaba con sus palabras, ¿un dragón? no lo había pensado, pero testarudo y lleno de orgullo como siempre se iba a mantener firme en su palabra, una palabra que parecía ser forjada como las espadas del más fuerte hierro y filo penetrante: — No habrá mayor gloria que permitir a tus ojos verme volver desde lo alto de este mundo. — Silenció el joven, quién de inmediato colocó su mano vendada sobre la de su madre, en aquella barba. La retiró muy poco de él para girarla y dar un beso sobre tan frágil mano creadora; todo iba a estar bien. — Te aseguro que no será en este momento de banquete y buen trago. Unos días de reposo, para preparar provisiones y un buen dragón, tal vez darte tiempo de tejer una manta para las frías noches. —

Sabía del voto de confianza que ella le depositaba, y no fallaría a ello.
 
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