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—¿Irte y tener tus propias batallas? —Sorbió de su copa y al dejar que pasara el alcohol se revigorizó. —¿No crees que eres algo joven para eso? Podrían pulverizar tu pequeña cabecita.

Uno de los muchos veranos en el planeta Émeraude.
 
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DV1557272 · 31-35, M
—¿Abuela?— Casi se atraganta con su propia saliva. Toce dos veces, pero reír un poco. —En un futuro, por ahora hay otras ocupaciones...— Y asiente también con la última línea de la mayor, aunque consideraba que Ástryr estaba a otra vara de medir en cuanto a ese tema del alcohol, solo respondió con la misma gracia, finalmente todo otra vez estaba en armonía.

—Oh, ella sigue ocupando un escalón más alto. Cuando empiece a hacer espectáculos delante de todos entonces estaré como mi hermana. — Mofó sobre su hermana de sangre, incluso rió por recordar esas anécdotas del pasado. Sí, así debía pasarse un buen banquete.

T1550604 · F
Esbozó una sonrisa, las palabras que él se encargó afable de escoger para ella le habían llenado de un bienestar y confort. Pronto dejó de tensar la mandíbula y se le notó en exceso en su semblante regocijado.

Tienes razón, todo irá para bien. Además, no puedo esperar al momento en el que seas tú el que me haga abuela —comentó risueña mientras daba un trago a su vino añejado y notó como el calor comenzaba a abochornar sus carrillos. Pronto estaría ebria, así que sería mejor parar en esa copa. —Bebes como si eso fuera agua. Creí que la alcohólica era Ástryr —. Bufó enarcando una ceja, sintiendo como poco a poco, las figuras dejaban de ser nítidas.

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— Pronto ... Para nosotros que vivimos tantas décadas sé que será solo como un parpadeo. — La alentó, entonces recordó algo que bien podría subir el estado anímico de la mayor, pidió primero que llenaran la copa de vino de ella y en su caso, la cerveza espumosa. Servido pudo entonces volver a proclamar echando un brazo sobre los hombros de ella y una sonrisa que destellaba con sus dientes.

— Dos líneas paralelas se unen en el infinito, así que madre, un día le veremos de nuevo a él. Pero el tiempo se pasa mejor bebiendo esa exquisitez de la cosecha. — Daba un trago tan largo que parecía haber copiado los malos hábitos de su hermana Ástryr, se bebió todo el tarro de golpe y con un golpe lo dejó en la mesa que apenas tembló junto a los utensilios que estaban sobre ella. — Y de las constelaciones traeré el mejor tributo para ti. Guarda mis palabras. —
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Se sorprendió, creyó haber mantenido un perfil adusto en todo momento. Pero al parecer no podía engañar a su hijo, él además también era perspicaz. Fue muy torpe de su parte intentar ocultar su daño. ¿Por qué erigía muros entre sus hijos? ¿Qué de malo tenía que ellos supieran que también era difícil para ella llevar la carga de la ausencia del vikingo? Lo tenía todo, no podía dejarse ver flaquear, era como los imponentes pilares de mármol de su castillo. Además, el tiempo era algo efímero para un inmortal y una longeva. Sus hijos lo entenderían, ahora ellos estaban caminando por el mismo sendero de la vida eterna.

Estoy bien. Él regresará pronto. —Atajó y bebió un gran trago de su copa después del brindis—. Mereces más, hijo mío. Por eso es que estaré muy contenta de verte surcar, porque existe una constelación infinita que debes conocer, no me gustaría atarte aquí… Al reino. Aunque te echaré mucho de menos. Fuiste le segundo en nacer después de todo.
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Tragó saliva y ejerció fuerza en su mandíbula, era difícil para él digerir que en realidad tenía un padre, lo aceptaba, pero parecía más un personaje de mitología. Incluso la intervención del burlón elfo en su ebriedad no calmaba ese punto de quiebre, pero para él su prioridad era la familia tangible: madre y hermanos y hermanas.

—Tómalo con calma y no arrugues tus facciones querida madre. Que tu sonrisa esté siempre con nosotros tu descendencia. Además, ciento que un brindis se queda corto a los honores que merezco. —

Su última línea fue sarcástica y esperaba hacerla reír con ese rasgo narciso que inventó. Alzó el tarro de cerveza para brindar con los presentes, en un grito unido. —¡¡Skål!!!— Total estaban en un festejo y debían pasarla como tal, siempre joviales y alegres en su estatus de paz que aún conservan como pueblo.
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Sin hacerse le silencio, un elfo se puso de pie y gritó buscando llamar la atención de todos. Claro, estaba ebrio.

Un brindiss.. Por el príncipe Weohstan, quien llevará a la cumbre a nuestro amado pueblo ¡Skål! —Y todos levantaron sus bebidas incluyendo al a reina, para responder también en coro—: ¡Skål!
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Un dolor se apresuró a invadir estómago, el flato casi horada su vientre. Le había dolido el comentario que hasta tuvo que carraspear para eliminar el nudo en la garganta, empero su semblante permaneció inquebrantable, sereno. Como una reina tenía que actuar en todas las circunstancias.

Eso era lo que significaba para su hijo. “Un fantasma”. Era cierto, no había si quiera pasado tiempo con él durante toda su infancia, adolescencia… ¿También pasaría lo mismo con la adultez? Podía sentir el dolor que sus cinco hijos sentían, porque a ella también le dejaba su alma vacua. Aun así, siempre se expresó bien de él, les contaba sus aventuras cuando eran niños para que lo vieran con buenos ojos; pero conforme iban creciendo todo se volvía en eso.

Historias.
Tarde o temprano ellos lo verían así; por más que ella hablase maravillas de él. Solo asintió con la cabeza indispuesta a decir algo más.
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—El tiempo es relativo. Tendré mil batallas qué lidiar a su lado. —Primera respuesta, en un vacío silencio de esos que es capaz de quebrar el espíritu. En buena forma se crió bajo la batuta de su madre y los demás nobles, pero nunca dejó el respeto que tenía por su sangre mayor: su padre. — ... Él. Parece que habláramos de un fantasma. No, insisto en ir solo, debo probarme a mí mismo.—
Asiente con su cabeza, estaba seguro, no había forma de retroceder verbalmente, le sonrió solo por evocar un poco de ese timótico abrazo que ella podía darle, un gesto de confianza y afabilidad sublime.
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“Tan poco tiempo”.
Parecería que todo duró sólo un suspiro. Había crecido demasiado rápido en tan poco tiempo; no solo él sino sus cinco hijos. Sentía que no los había disfrutado del todo, suspiró con un dejo de nostalgia mientras que en ese entristecido semblante sus cejas se fruncían.

Pero tenía que dejarlos ir. Soltarlos; que hicieran de su vida lo que más deseaban y ella no iba a convertirse en su pesada ancla.

Creí que querías explorar en compañía de tus hermanos en esta primera ocasión o tal vez... —Rumió un poco entre sus pensamientos, sobreactuando “reflexiva”—. Con tu padre.
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Podría tener un año o un siglo de edad, pero siempre cada muestra afecto y caricia que arroja su madre era un abrazo a su espíritu. Y bien que además ella tentaba con sus palabras, ¿un dragón? no lo había pensado, pero testarudo y lleno de orgullo como siempre se iba a mantener firme en su palabra, una palabra que parecía ser forjada como las espadas del más fuerte hierro y filo penetrante: — No habrá mayor gloria que permitir a tus ojos verme volver desde lo alto de este mundo. — Silenció el joven, quién de inmediato colocó su mano vendada sobre la de su madre, en aquella barba. La retiró muy poco de él para girarla y dar un beso sobre tan frágil mano creadora; todo iba a estar bien. — Te aseguro que no será en este momento de banquete y buen trago. Unos días de reposo, para preparar provisiones y un buen dragón, tal vez darte tiempo de tejer una manta para las frías noches. —

Sabía del voto de confianza que ella le depositaba, y no fallaría a ello.

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