—Por supuesto que no me quedaré esperando a ver como mis guerreros mueren en batalla. Sí, es más seguro estar aquí y no viendo cómo podría morir en cualquier instante, pero ¿Qué valor le daré a mi gente si soy una reina que solo está huyendo de todo lo que le ataque y escondiéndose a la espera de lo peor? No. Yo pelearé junto a ellos, viviremos o moriremos pero juntos y yo los acompañaré en nuestras peleas encabezando la flecha. Porque son “nuestras”.
El noctívago no pudo ocultar la dilatación pupilar a causa de la sorpresa que causaba la escena. Además de su mano derecha, no habría conocido a otra fémina con el peso de un caballero en aquella época de tintes medievales y restricciones religiosas. Estaba a gusto de saber que migrar a otras tierras le traería nuevas enseñanzas.
Pero su objetivo no se mantenía allí. Mientras domeñaba a su blanco caballo, e intentando pasar desapercibido, el albino espoleó suavemente para retirarse y buscar un lugar de posada en los alrededores de aquel reino.
