Quizá ella estuviera equivocada, quizá él tuviese algo de razón; lo que fuera, Nanami era incapaz de negar que el empeño que Tomoe ponía en ella era indubitable.
—Tienes razón. —Le concedió con una sonrisa de genuina gratitud—. Gracias por tu esfuerzo, Tomoe.
—Sin embargo... ¿podríamos comer mañana algo diferente? —Se aventuró. No perdía nada con un intento, por mínimo que fuera.
—Bueno, eso es porque... —Estuvo a segundos de replicar, sin embargo no fue sencillo serle indiferente al aura ennegrecida que asomaba a sus espaldas como un espectro en medio de la noche— ¡A-ah, y-yo no...! —Capturada en el acto y sin argumentos—. ¡Sabes muy bien que odio el shiitake, Tomoe, lo haces a propósito! —Protestó finalmente, hinchándose de valor para soltar la verdad al endemoniado kitsune.