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-Vaya bulliciosa taberna había encontrado en ese día. Estaba tan llena que ni siquiera había cubiertos suficientes para los clientes, así que no tuvo más remedio que comer con las manos. Su platillo de hoy era un conejo asado, sazonado tan correctamente que comprendió por qué estaba lleno. Ni siquiera se lavó las manos, usó los dedos sucios y mugrientos para arrancar pedacitos de carne, la desmoronó y envió bocados pacientes a su boca. Cuando fue por otra porción, tuvo oportunidad de mirar el pésimo estado de sus uñas, cuyas finas puntas en forma de avellana había masticado apenas había...
 
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Soren · 100+, M
Recordaba bien las miradas a través del humo de su pipa. Aquellas lagrimas de dolor que logró observar ante sus victimas, aquellas plegarias de labios cerrados que daban a un muro, tal cual como en esa escena, él era el muro, y ella la inútil coneja que entró en su cerrado tiempo.— Llegas tarde. —Añadió después de desenfundar su mandoble, perfectamente calculado para la distancia de ese poco espacio. Ella tenía rabia, él tenía prisa, y no se iba a andar con tonterías, primero desengarzó el pie diestro del piso, luego alzó el mandoble, y ante ese tremendo estoque, por debajo de su cadera, desprendió tres cuchillos desde dentro de su capa bien asegurados hacia su blanco, el pecho de la mujer. Igual sería suficiente con esperar, debía contener el minuto exacto, memorizar su reacción, y casi por inercia, corresponder con esa perfecta guardia que tenía el ancho de su espadón.
 
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