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-Vaya bulliciosa taberna había encontrado en ese día. Estaba tan llena que ni siquiera había cubiertos suficientes para los clientes, así que no tuvo más remedio que comer con las manos. Su platillo de hoy era un conejo asado, sazonado tan correctamente que comprendió por qué estaba lleno. Ni siquiera se lavó las manos, usó los dedos sucios y mugrientos para arrancar pedacitos de carne, la desmoronó y envió bocados pacientes a su boca. Cuando fue por otra porción, tuvo oportunidad de mirar el pésimo estado de sus uñas, cuyas finas puntas en forma de avellana había masticado apenas había...
 
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SylphideQ · 31-35, F
Y ahí estaba lo que necesitaba. El punto débil de ese hombre, compartiendo sangre con ella misma. Ella no era burlona, pero de haberlo sido sus carcajadas habrían llenado el sitio. De todas formas, nació una sonrisa ladeada, apenas en su comisura.- Ella no es fácil de matar. -Demasiadas palabras, tenía tiempo que no oía tanto su propia voz. Se giró, luego caminó fuera del callejón. Aún recordaba cómo Vaughann le había dicho que se había deshecho de Velouria, hasta que un informante llegó con un interesante dibujo de la nueva esposa de Harper, papel que le costó bastante caro comprar. Un dibujo de su hermana, con otro nombre, identidad e hijos estaba entre sus manos esa vez, antes de que su único servidor lo hiciera pedazos con odio. Debía encontrarla, pues si bien no era más fuerte que Dan, sabía que si era más poderosa que su hermana menor, y dos niños.
Soren · 100+, M
La mirada del hombre cambió al completo, sus ojos se llenaron de pena, incluso retiró el espadón de su ubicación. Algo había tocado hasta sus yagas, por ello la espada se quedo tirada en el piso, nisiquiera se tomó el tiempo de planear una guardia, directamente se lanzó contra la pared y sentó.— Murió... Pero no quiero creerlo. —Un sollozo, luego una lagrima, por último un apretón de su puño revelaron su situación, extrañaba a sus pequeños, a su mujer, esas tardes repletas de sol y risas... Su hogar, algo que hace pocos años le arrebataron.
SylphideQ · 31-35, F
Ella era muy diferente a su hermana menor. Mientras que Velouria estaba llena de emociones y ruido, ella era de pocas palabras. Tenía un par de ojos que no parpadearon por un prolongado rato, orbes que lo miraban a él directo a los ojos. Estaban bien abiertos, sumamente atentos en él, interesados en los sucesos siguientes. La pregunta la hizo parpadear una vez, ¿Por qué conversaría con su enemigo más grande? Lo que pensó sería una pérdida de tiempo, pronto se convirtió en una posibilidad de estudio. Información gratis, ¿Podría ser ella una buena conversadora? Habló. - Pedazo de mierda. -Bien, era un buen comienzo. Las palabras sin embargo sonaron tranquilas y monótonas, no con la ira con las que podrían haber sido dichas.- ¿Y mi hermana? -Esa frase también fue indiferente. Pero quizás... Quizás le importaba la respuesta.-
Soren · 100+, M
Sus obras fueron previstas, no cabía duda que era ella. Recordaba como exageraba en poderes, los usaba mal, y de por sí, aunque sintiese el cálculo mayor, el matarreyes es lo menos esperado. Impredecible, como su hoja, quién de un simple rasgo al cuello de la mujer, detuvo sus pasos, pues estaba a roce de la yugular. A él le bastó con estar a dos metros de distancia aún, el mandoble alcanzaba sin molestia alguna, claro, suspendido sin degollar su cabeza aún.— ¿Me buscabas? ¿Ah? —Usó entonces la punta sobresaliente de su mandoble contra el mentón, provocando su somnoliente mirada, para que observase, observase un rostro lleno de lujuria, de seguridad, de poco temor, el rostro del más apetecible sazón de la oscuridad, porque eso era él, un espadachín oscuro.
SylphideQ · 31-35, F
para ser lanzados, y esperó. Dejó que tomara la postura idónea para el lanzamiento, y arrastró el pie tan sólo un poco. Tiró del hilo conectado a la tierra bajo su pie de apoyo, y creó un hueco que podría hundirle y alterar seriamente su posición y lanzamiento. Por si acaso, aprovechó que los cuchillos habían sido lanzados a una posición lo suficientemente alta para caer en cuclillas y esquivar el trayecto. Permaneció en espera, observando atenta. Descartando cualquier posibilidad para decir palabras ingeniosas, argumentos inteligentes. Estaba observando a Dan Harper, estudiándolo. Oh no, no iba a matarlo ese día. La muerte después de todo, era un regalo que ni él se merecía.
SylphideQ · 31-35, F
Podía sentirlo, tal como esa vez. Ahora era diferente, pues no estaba la abundancia de sangre como en esa ocasión, los pedazos de entrañas que escapaban del tajo en su estómago, las piezas del rompecabezas que tenía meses gestándose dentro de ella. Cómo se le erizaron los poros del cuerpo ante la emoción de estar a unos metros de él, de echar un vistazo nuevamente a ese hombre. Y lo tuvo.
Las sombras del callejón no le permitieron ver tal como hubiese querido, pero también veía a través de la tierra. Aprendió muy bien cuánto pesaba, en qué pie estaba apoyándose, y seguro si se concentraba podría detectar algo de pulso, pero eso lo descartó.
Había una diferencia muy grande en esta ocasión, pero no la suficiente. Incluso ahí podía darse cuenta de que ese ser era fuerte, que sus músculos pesaban con experiencia y ocultaban muy bien sus puntos débiles. La tierra le comunicó el inicio del encuentro, podía sentir que él estaba en movimiento.
Su mano bajó hacia tres cuchillos ideales...
Soren · 100+, M
Recordaba bien las miradas a través del humo de su pipa. Aquellas lagrimas de dolor que logró observar ante sus victimas, aquellas plegarias de labios cerrados que daban a un muro, tal cual como en esa escena, él era el muro, y ella la inútil coneja que entró en su cerrado tiempo.— Llegas tarde. —Añadió después de desenfundar su mandoble, perfectamente calculado para la distancia de ese poco espacio. Ella tenía rabia, él tenía prisa, y no se iba a andar con tonterías, primero desengarzó el pie diestro del piso, luego alzó el mandoble, y ante ese tremendo estoque, por debajo de su cadera, desprendió tres cuchillos desde dentro de su capa bien asegurados hacia su blanco, el pecho de la mujer. Igual sería suficiente con esperar, debía contener el minuto exacto, memorizar su reacción, y casi por inercia, corresponder con esa perfecta guardia que tenía el ancho de su espadón.
SylphideQ · 31-35, F
bajo tierra, y conectó su poder. Esa habilidad tan aclamada de sus antepasados, el dominio de la riqueza. Unió los puntos en su mente, todos los que necesitaba para su propósito, y una vez la red estuvo completa, abrió los ojos.
El lugar se estremeció. Fracturó lo suficiente bajo sus pies y simuló un temblor que estrelló cristales de todo tipo. Las manos sobre ella se redujeron durante la confusión, y fue suficiente para levantar el torso.
No había espacio en su cabeza para albergar más rencor que el que sentía por Dan Harper, ni siquiera para un grupo de potenciales violadores. Con los crispados ojos color hielo fijos en la puerta, en la búsqueda de su objetivo, se encaminó hacia la salida y desenvainó la espada. Detrás quedaron las botas, y con esa latente conexión con su energía, leyó los metros cercanos en busca de él.-
SylphideQ · 31-35, F
Podría sonar extraño que en ese instante, entre los cadáveres, la sangre y los gritos, a alguien se le antojara un polvo. Pero no lo era, jamás sería inusual.
La taberna era un lugar de paso para cientos de viajeros, un punto de encuentro donde podría aparecer cualquier enfermo, y ella bien era un ejemplo. Bueno, ahora se había topado con cuatro imbéciles más que ahora se miraban entre ellos decidiendo quién tomaría el primer turno. La rubia dejó de luchar cuando un par de manos impacientes le desabrochaban el pantalón con apuro, oh, con que sólo querían eso de ella, aún no iban a matarla. Reacomodó los pies para quitarse una bota y un coro de carcajadas estalló mientras los trabajadores de la taberna arrastraban los cuerpos hacia el exterior. Sólo necesitaba tocar la piedra, entrar en contacto con la tierra...
La frialdad la recorrió con una agradable sensación eléctrica, y cerró sus ojos. Los músculos de su cuerpo uno a uno se fueron conectando a una ramificación que existía...
Soren · 100+, M
A diferencia de encuentros anteriores, Kaladhin esperó, justo en la esquina. No demoró nada en forjarse una pipa, encenderla y fumar de ella hasta exhaustar los pulmones. Esos gritos no tenían nada mejor que hacer, conocía a la loca cuando desvariaba, y en ese momento bastaba con usar su mandoble, pues el callejón no era más amplio que a lo mucho dos tres metros. Falto de requerimientos para prevalecer de pie lo único que hizo fue sentarse, con un panorama peculiar, el desdén propio en el cual el cazador espera a su presa, solo que sin apuntar, sin cebo... Lo haría como aquel día.— Aquí te esperaré... Zorra. —Clave maldecir, siempre lo es.

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