26-30, M
I am no traitor. I am the true Demacia.
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[med]THE UNSHACKLED[/med]
Como un mago nacido en una familia demaciana humilde, Sylas de Dregbourne probablemente ya estaba condenado desde el principio. A pesar de su clase social baja, sus padres creían firmemente en los ideales del país. Así que cuando descubrieron que su hijo ''padecía'' de habilidades mágicas, lo convencieron de entregarse a los cazadores de magos del reino.
Al notar la extraña habilidad del muchacho para percibir la magia, los cazadores usaron a Sylas para identificar a otros magos que vivieran entre los ciudadanos. Por primera vez en su vida, sintió que tenía un futuro, una vida de servicio a su país, y realizó esas tareas con devoción. Estaba orgulloso, pero se sentía solo: no se le permitía relacionarse con nadie que no fueran sus superiores.
A raíz de su trabajo, Sylas comenzó a darse cuenta de que la magia era mucho más frecuente de lo que Demacia se dignaba a admitir. Podía presentir destellos de poder oculto incluso entre los ricos y distinguidos: algunos eran los detractores más abiertamente declarados de los magos. Mientras a los pobres se los castigaba por sus aflicciones, la élite parecía estar por encima de la ley, y esta hipocresía plantó las primeras semillas de duda en la mente de Sylas.
Esas dudas finalmente germinaron en un letal evento fatídico, cuando él y sus superiores se encontraron con una maga que vivía oculta en el campo. Tras descubrir que se trataba de una niña, Sylas sintió pena por ella. Cuando quiso protegerla de los cazadores de magos, accidentalmente le rozó la piel. La magia de la niña recorrió el cuerpo de Sylas, pero en vez de matarlo, salió disparada de sus manos en ráfagas salvajes e incontrolables. Era un talento que no sabía que poseía y terminó con la muerte de tres personas, entre ellas su mentor.
Sabiendo que lo acusarían de asesinato, Sylas se dio a la fuga y rápidamente se ganó la fama de ser uno de los magos más peligrosos de Demacia. En efecto, cuando los cazadores de magos lo encontraron, no tuvieron piedad.
Aunque aún era muy joven, Sylas fue sentenciado a cadena perpetua.
Fue languideciéndose en las profundidades más oscuras del recinto de los cazadores de magos, obligado a llevar pesados grilletes de petricita que atenuaban la magia. Privado de su vista arcana, su corazón se volvió tan duro como la piedra que lo contenía, y soñaba con vengarse de todos los que lo habían puesto ahí.
Luego de quince miserables años, una joven voluntaria de los Iluminadores llamada Luxanna comenzó a visitarlo. A pesar de sus grilletes, Sylas la identificó como una maga particularmente poderosa y, con el tiempo, los dos forjaron un lazo secreto e inusual. A cambio del conocimiento de Sylas sobre el control de la magia, Lux le enseñaba sobre el mundo fuera de su celda y le traía cualquier libro que deseara.
Con el tiempo, a través de una cuidadosa manipulación, Sylas la convenció de entregarle un tomo prohibido: los escritos originales del gran escultor Durand, en los que detallaba su trabajo con la petricita.
El volumen le reveló a Sylas los secretos de la piedra. La petricita era la base de las defensas de Demacia contra la hechicería, pero Sylas comprendió que no suprimía la magia, sino que la absorbía.
Y si el poder se encontraba dentro de la petricita, ¿podría Sylas liberarla...?
Todo lo que necesitaba era una fuente de magia. Una fuente como Lux.
Pero ella no volvió a visitarlo. Su familia, la inmensamente poderosa Guardia de la Corona, se había enterado del contacto que tenían y estaban furiosos de que Lux hubiera infringido la ley para ayudar a este vil criminal. Sin explicaciones, se tomó la decisión de que Sylas fuera ejecutado.
Sobre el cadalso, Lux suplicó por la vida de su amigo, pero sus ruegos fueron en vano. Mientras el verdugo la hacía a un lado para levantar su espada, Sylas logró tocar a Lux. Tal como lo había anticipado, el poder de la joven se disparó a los grilletes de petricita, listo para que él lo liberara. Y con esa magia robada, Sylas provocó una explosión para liberarse, perdonándole la vida solo a la joven y aterrorizada Guardia de la Corona.
Se fue del recinto de los cazadores de magia no como un marginado, sino como un símbolo nuevo y desafiante de aquellos perseguidos y quebrantados en Demacia. Mientras viajaba escondido por el reino, reclutó a un grupo de seguidores compuesto por magos exiliados. Sin embargo, tal vez siempre supo que ni siquiera con sus poderes combinados podrían derrocar al trono.
Es por ello que, acompañado por sus seguidores más cercanos y unos cuantos bueyes resistentes, Sylas cruzó las montañas del norte, encaminándose hacia la tundra helada del Fréljord.
Ahí, busca nuevos aliados, así como la gran magia elemental de una leyenda antigua, para poder regresar a Demacia y acabar con el sistema opresor que hizo que él y otros magos sufrieran por tanto tiempo.