La caminata resultó corta, pero bonita. Siri se deleitó de nuevo con todas las decoraciones que había visto en su camino al parque. Eran tantas, de tamaños y colores distintos, que se propuso tomarle una foto a todo lo que pudiera antes de regresar al hospital para mostrárselas a Dimitri y contarle con lujo de detalle lo que experimentó, excluyendo a Soujiro, tal vez... Él sería una memoria sólo para ella.

—Sí, es aquí —el lugar era pequeño y pintoresco, hecho enteramente de madera oscura y con puertas corredizas que se abrieron apenas el dependiente regordete y bonachón visualizó a dos posibles clientes. Siri no perdió el tiempo y soltó a Soujiro para traspasar el umbral y conocer el interior, pero sus ojos no estaban preparados para la belleza que distinguía esa clase de comercios.