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Siulem · M
Él tenía una amiga, una pequeña coneja, una chiquilla dulce y de frágil corazón que se había ganado su confianza. Sin embargo, el tiempo había pasado y no había vuelto a tener noticias de ella. Ocupado en los asuntos de su reino, el príncipe apenas había podido salir más allá de los alrededores de su pequeño oasis.
Los días se volvieron meses y los meses se volvieron años. Para un demonio como él, el tiempo siempre parecía diferente. ¿Qué era un año para alguien destinado a vivir cientos? Más cuando las hojas se tornaron naranjas por venteaba vez, el tigre supo que ya era momento de abandonar sus tierras y viajar.
Fue en su viaje cuando, pasando por un parte, justo tras unos árboles, percibió un aroma familiar. Agudizando la mirada, vio a cierta distancia a una joven mujer de cabello azulado. Arrugando el entrecejo comenzó a seguirla a cierta distancia, su aroma era... era como el de su amiga, pero aquello sería imposible, su amiga debería ser mayor de 20 años a esas alturas.
Los días se volvieron meses y los meses se volvieron años. Para un demonio como él, el tiempo siempre parecía diferente. ¿Qué era un año para alguien destinado a vivir cientos? Más cuando las hojas se tornaron naranjas por venteaba vez, el tigre supo que ya era momento de abandonar sus tierras y viajar.
Fue en su viaje cuando, pasando por un parte, justo tras unos árboles, percibió un aroma familiar. Agudizando la mirada, vio a cierta distancia a una joven mujer de cabello azulado. Arrugando el entrecejo comenzó a seguirla a cierta distancia, su aroma era... era como el de su amiga, pero aquello sería imposible, su amiga debería ser mayor de 20 años a esas alturas.
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