No recordaba haber tocado nada tan sedoso en su vida, era una caricia para sus propios dedos.

Al cabo de unas horas, cuando aun la noche estrellada caía sobre sus cabeza con una claridad asombrosa, dejando ver la vía láctea como si de una pintura se tratara, visualizó unas luces a lo lejos. Una brisa de agua fresca y el tronar de unas cascadas le dieron la bienvenida. Su hogar estaba cerca.
Le gustaba volver, siempre era bien recibido, pero en esta oportunidad debía admitir que no estaba seguro de cómo saldrían las cosas.

—Vivian... —Murmuró acercándola a su rostro para que pudiera oírlo aún si no alcazaba mucho la voz. —Estamos por llegar. Lo mejor será que adoptes tu forma humana, así como estás eres demasiado tentadora. —Fue sincero, como coneja bastaba con que alguien de su pueblo perdiera los estribos y se la zampara de un bocado.

Sería imposible que no notaran que era una "presa", pero al menos como humana luciría menos apetitosa.