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Siulem · M
Las feromonas de la coneja le transmitían con claridad las emociones que ésta sentía. Su temor, su preocupación, su tristeza y su... ¿sentimiento de culpa? Siulem no conocía personas que se sintieran tan culpables por el daño que otros sufrían, más aún si no era su culpa.
—¿Por qué te disculpas? —Preguntó extrañado, con la bolita de algodón sobre su lomo, mientras emprendía la marcha con una leve cojera. Jamás la culparía a ella, el daño lo habían ocasionado otros, de hecho, si lo pensaba desde esa perspectiva, él tenía la culpa de haber puesto en peligro la vida de la chiquilla, al invitarla a tierras hostiles.
Tenía contemplado explicarle que las heridas no eran cosa seria, que en unos días estaría bien, que no se sintiera mal, pero no alcanzó a expresar dichas palabras, pues lo que ocurrió a continuación lo dejó asombrado.
—¿Qué hicis..? —Su cuerpo se sentía ligero, sin dolor, sin cansancio. (...)
—¿Por qué te disculpas? —Preguntó extrañado, con la bolita de algodón sobre su lomo, mientras emprendía la marcha con una leve cojera. Jamás la culparía a ella, el daño lo habían ocasionado otros, de hecho, si lo pensaba desde esa perspectiva, él tenía la culpa de haber puesto en peligro la vida de la chiquilla, al invitarla a tierras hostiles.
Tenía contemplado explicarle que las heridas no eran cosa seria, que en unos días estaría bien, que no se sintiera mal, pero no alcanzó a expresar dichas palabras, pues lo que ocurrió a continuación lo dejó asombrado.
—¿Qué hicis..? —Su cuerpo se sentía ligero, sin dolor, sin cansancio. (...)
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