—No siempre. Pero veo que necesitas ayuda, no puedo dejarte ir así sin más. Y menos a tu gato—. Si bien el minino se mostraba amigable con ella, pronto buscaba escabullirse de sus brazos para ir a los brazos ajenos, algo que la hizo reír. Pero sí que era verdad que lo hacía más por él, tenía el presentimiento de que necesitaba mucha ayuda y no tenía el corazón para dejarlo a su suerte. —Yo podría ser la asesina ¿No lo crees? Pero mirándote a los ojos puedo ver que eres amable y considerado. Oh es cierto... Que grosera soy—. Estira su diestra hacia él, ensanchando su sonrisa dulce. —Soy Scarlett Dragna, es un gusto—.

— ¿Siempre llevas extraños a casa? —inquirió a modo de broma, dejándole hacerse con la criatura, a la cual ya no le desagradaba la muchacha, claro estaba. Cosa que le hizo sentir más aliviado. Palpó sus bolsillos, aún le quedaba oro, suficiente como para costearse un pequeño hogar muggle... si pudiera cambiarlo. Su puño se cerró en el aire y volvió a suspirar—. Podría ser un asesino serial... ¿eso no te produce nada? Ni siquiera nos hemos presentado.

La sonrisa de Scar se desvanece un momento al escucharlo, la había tomado por sorpresa. —¿Yo? No lo sé, parece quererte a ti. Hagamos un trato... Veo que ambos necesitan un hogar. ¿Qué dices si hasta que puedas tener algo seguro y estable, ambos se quedan en mi casa? Es muy grande y espaciosa; tengo habitaciones vacías y él tendrá un jardín y un lugar amplio para correr y jugar ¿Qué dices?—. Esta vez toma al minino de los brazos de Sirius para observarlo mejor y acercarse para hacerle una caricia con su nariz sobre la pequeña nariz ajena. —¿Tu que opinas, gatito? Creo que es la solución porque no irías a ningún lugar sin él ¿Verdad?—.

— Necesitaría mucho más que sólo un par de cosas —reflexionó mientras peinaba sus largos cabellos hacia atrás, aunque estos no durarán ordenados por mucho tiempo; tarde o temprano siempre terminaban volviendo a caer a los costados de su rostro—. No tengo un hogar estable al cuál llevarlo, ¿por qué ni te lo quedas tú?

Su sonrisa se hizo aún más grande al verse aceptada por el felino, regalándole más caricias sobre sus orejas notando que le estaban gustando pues comenzaba a ronronear. —Sin duda. ¿Has pensado en alguno? También necesitaras un par de cosas más si decides conservarlo—. Esta vez mira a Sirius, con una sonrisa y mirada amable.

Al sentir una mano extraña, el minino se encoge, sus orejitas se aplanan. Mas no parece molesto ni desconfiado sino que, lentamente empieza a ceder a los mimos. Sirius lo notó por esa forma peculiar que, al parecer, los gatos compartían con los perros cuando estaban felices; agitando la cola de un lado a otro.

— Le gustaste —comentó con sorpresa, arqueando mucho sus cejas—. ¿Debería ponerle un nombre?

—No sé... Me parece que le agradaste bastante. Así que creo que es tuyo, quieras o no—. Sonrió amable mientras miraba al minino, acercó lentamente su mano para acariciarle entre las orejas pero no parecía que el minino quisera así que lo observó a los ojos. —No te haré nada malo, lo prometo—. Le dijo terminando por acercar su mano y darle una suave caricia.

— Tiene un par de días siguiéndome —comenta, mirando de soslayo al minino mordisquear sus prendas, cosa que no lo alteró siquiera un poco. Suspiró y se aclaró la garganta—. Sería algo egoísta llamarlo "mío", creo que es un gato libre que va a donde quiere, y sigue a quien quiere.

—¿Es tuyo?—. Cuestionó mientras señalaba al minino que sostenía en sus brazos.