El rostro de Byleth no flaqueó mientras le limpiaba, pero si que le resultó extraño ese ligero ataque de pánico al ver el pañuelo.

Al terminar de limpiar el pequeño resto de crema, guardó el pedazo de tela para no asustarle. Quizá le tenía miedo a los pañuelos y por eso no se había limpiado (?)

— Si aún te queda espacio, me obsequiaron un excelente té que podríamos compartir las dos ¿Que dices?

Miró las acciones de la profesora algo confundida. Se preguntó para qué necesitaría un pañuelo, y de repente, por solo una fracción de segundo, recordó que en la época antigua, hacía muchos años se usaba un pañuelo para confesarse. Y por eso temió, ella no era buena afrontar esas situaciones se ponía demasiado nerviosa. Tembló, y balbuceó algún frase inentendible en un intento de salir escapar de la situación. Sin embargo... Ella limpió su mejilla y de repente, toda idea extraña desapareció de su cabeza para darle paso a la vergüenza momentánea. Su rostro enrojeció a no poder más.

—M-M....Muy bueno, Señorita.—

No esperaba que la descubrieran, puesto que no solía mancharse el rostro seguido. Que vergüenza... Posiblemente va a esconderse y no salir nunca más de su cueva (?)

Al tenerle cerca, la profesora saca un pequeño pañuelo y limpia un pequeño resto de crema en la mejilla de la maid.

— ¿Tan rico estaba el pastel?— preguntó con una sonrisa apenas visible

—¿Uh? ¿Qué necesita, señorita Byleth?