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El caballero más leal.
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Hihihi como estas?
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Su madre le había dicho que ese sería su gran día, cuando por fin podría luchar por la oportunidad de unirse a las filas de los Caballeros de Camelot y comenzar así a cumplir el Destino que había sido escrito para ella. Sus órdenes habían sido claras, no podía voltear a mirarla un ápice. Morgana debía ser una completa desconocida en aquélla contienda. Tampoco tenía permitido matar, sabía que su hijo era impulsivo y un error como ese alertaría a la guardia y al Rey y probablemente lo expulsarían del Reino, y por último, no debía quitarse el yelmo hasta que estuviese a solas con los Caballeros.

Mordred danzó en el campo de batalla contra su oponente, un Caballero que portaba una opulenta armadura dorada y que le había provocado al principio de la lucha jactándose de sus habilidades. La furia le recorrió. No hacía falta demasiado para encender la impulsiva cabeza de Mordred y hacer que peleara solamente siguiendo sus instintos, de forma bestial y avasalladora. Parecía más un demonio que un hombre en el campo de batalla y aunque su adversario le sacaba un par de cabezas de estatura, no logró derrotarlo.

A pesar de eso si algo debía admirar del Caballero de la armadura dorada era su tenacidad. Por uno de sus ojos corría sangre atravesando su rostro y jadeaba por el cansancio, se había visto superado y a pesar de eso no dejaba de luchar, aunque sus fuerzas ya no eran muchas. Mordred finalizó el combate de forma ruda, quizás reprobable para la mayoría de los hombres del Rey, dio una patada con la pierna derecha en la boca del estómago de su contrincante. y la potencia del golpe lo alejó y lo llevó al suelo.

Soltó una risa que sonó metálica a causa de la armadura y que solo el Caballero que yacía en el suelo pudo escuchar, más no envainó su espada, amenazó llevando el filo al cuello del hombre. ¿Debía enseñarle una lección? Así aprendería a respetarle...

Había olvidado incluso donde estaba, la batalla había nublado sus sentidos y aún tenía la sed de sangre en los labios cuando la voz de un hombre joven la devolvió al mundo real. Si su rostro hubiese estado descubierto se habría notado el desdeñoso gesto de Mordred, como si mirara una cucaracha que acababa de aplastar con su bota cuando retiró la espada y la clavó en el suelo, arrodillándose ante la corte, agachando ligeramente la cabeza en señal de respeto.

—Presento mis respetos al Rey y a sus Caballeros. He demostrado con mi victoria que como todos los vencedores soy digno de la oportunidad de probar que mi espada será una extensión del Rey mismo y mi escudo un protector de su pueblo. No mancharía las tierras de nuestro Señor de sangre, ¿Qué tan estúpido cree que soy, Sir Bedivere?— Después de su discurso honorable soltó aquél comentario que despertó un par de risas que callaron enseguida. Incluso Lady Morgana dibujó una sonrisa en su rostro, antes de acercarse un poco a Altria. "Debemos aceptar que más allá de su fuerza tiene un impetuoso valor, es como un diamante en bruto. Me gusta." Susurró a su hermana la voz dulce de la princesa, cubriendo sus labios con la diestra.