Ifrit había causado muchos cambios en la directora, muchas veces se repetía que sus emociones no afectarían en sus acciones o decisiones sin embargo con esa pequeña era diferente. Tenía fé en que esa niña se volvería fuerte y podría contra la crueldad que sin piedad el destino había puesto sobre ella, lo supo desde el momento en el que tomó su mano para salir de los vestigios de aquella catástrofe. — Puedes llamarme solo Saria, a este punto no creo que sean necesarias tantas formalidades. — Doctora Olivia Silence, hasta el momento una de las mejores en Rhine Lab junto a Joyce, habían logrado no solo tratar la oripatia en un paciente, si no, controlarla temporalmente. — Bien,¿Pasamos a verla? —

—Huh.— Se había concentrado en el reporte de Joyce, y no se percató de que estuvo a punto de derramar el café caliente. Saria sin duda era un elemento singular, no se le escapaba nada, ni siquiera esos detalles mínimos en los que otros difícilmente repararía. —Gracias...— Dijo un tanto avergonzada, antes de colocar los papeles y la taza sobre la mesa ante la imponente presencia de la wyvern. —Y bienvenida, directora Saria. Ifrit ha estado esperándola toda la mañana.

Su dedo índice empujó la taza ligeramente al alcanzarla con su mano desde un costado. —Por poco y se quema, doctora Silence. — Desde que Silence había asignada como responsable del tratamiento de Ifrit su trato con la liberi había comenzado a ser más frecuente, Saria era la fuerza y el ejemplo que la pequeña necesitaba ayudando considerablemente al progreso de su tratamiento y Silence sin duda daba todo de si para que todo progresara sin poner en riesgo la vida de la pequeña, aunque algunas veces parecía atentar contra su propia existencia con esos pequeños descuidos.