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Quizás el no lo reconozca, lo negara con rabia, incluso guardara silencio, pero es claro lo que en el se puede ver.

Siegfried es una buena persona, al menos muy adentro de su corazón cubierto de escamas.
-Una vida por poder, un alma por un dios. Pedir clemencia ante eso; si hasta su deidad es cobarde, no puedo esperar menos de sus seguidores.

En todo caso… duerme, junto a tus hermanos.-
Y con un corte, las infernales llamas del ¨juicio de Shamash¨ hicieron arder la carne entre gritos cual alma que era arrastrada al averno.
Tembloroso el líder cayo contra la mesa de sacrificios, el altar donde el bebe habría de ser entregado al dios. La esencia de la deidad estaba por manifestarse, pero la misma escapo despavorida en cuanto al casi cruzar el plano mortal sintió la descontrolada aura de la criatura que los antiguos llamaban ¨Wurm¨, es que hasta los dioses menores sabían bien con que no debían meterse. El enmascarado alzaba la voz, gritaba intentando pedir misericordia.

Los gritos para el albino eclipsados eran por un solo sonido, los llantos fuertes del angustiado bebe que, solo por sentir el calor del brazo del varón que lo cargaba parecía acurrucarse en el buscando protección, como si supiera que estaba seguro con el.
Pero había algo que lo había movido, escuchó por alguno de sus informantes que había un niño envuelto en la situación, un sacrificio tierno para resucitar a un dios sin cuerpo, un alma por otra, una vida por poder. Tan solo saber eso hizo que el neutral tomara manos en el asunto.

Un rastro de muerte había quedado detrás de el, una estela de cuerpos, cortados, masacrados, embarrados del rojizo tono de la sangre que de sus cuerpos emanaba, no había tenido misericordia con estos, mucho menos respeto por sus restos pues algunos habían sido quemados completamente por la hoja encendida en llamas amarillentas.
Un movimiento de espada, y el rostro del encapuchado fue quemado, un giro veloz y de un puñetazo una cabeza reventada, no parecía experimentar demasiada dificultad en hacerlo, es que incluso parecía tener la gracia de un artista al blandir un arma tan pesada como esta.

Una cruzada personal para simplemente aniquilar a un grupo que trata de resucitar a un dios muerto hace siglos; The Serpent, como algunos lo llamaban en su actualmente casi disuelto grupo, era alguien que casi siempre mostraba poco interés en los asuntos del mundo humano, mucho menos en cosas tan poco interesantes como los cultos.
Es gracioso si te pones a pensarlo. Desde que escuchó sobre las acciones del culto hacia Baal no tardó ni tres horas en salir de una vez por su propia cuenta a exterminarlos; nosotros no tenemos bandos, no tenemos nombres, ni siquiera razones para interferir en lo que esta fuera de nuestros intereses.

Eso es algo que Siegfried impuso desde el primer momento que los cazadores de la luz se formaron, pero míralo, aun considerándose una simple fuerza sin demasiada razón para interferir, esta ahí, causando una masacre para que un primogénito que ni conoce pueda vivir.

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