Negó. —Yo les debo a ustedes... Antes de llegar a Glasgow estaba sola en el mundo. Morgan, tú y el resto me han dado un lugar al que pertenecer. No puedo fallarles.— Sus dedos continuaron deslizándose, hasta el rostro de la tigresa. Tocó un mechón de su cabello para acomodarlo un poco y despejar su rostro. Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de la leona. —¿Sonaría muy cretina si te digo que me gusta cuando golpeas idiotas por mi?