Escuchó con respetuoso silencio los pensamientos de la arconte, su mirada se desvió del horizonte para únicamente centrarse en las facciones ajenas y esa intacta humanidad que supo expresar con una naturalidad ajena a todo lo que se ha dicho de ella; el respeto tamizó el pensamiento colectivo de los habitantes de Inazuma.

Tal reflexión anexada, silente, con la ajena, le hizo adoptar un semblante pensativo; ¿qué tan objetivo pudo ser dada su naturaleza libertina? El peso de la duda le hizo llevar la diestra sobre sus labios, específicamente la región más proximal del índice, aquella unida a su mano, eso era suficiente para ocultar su boca.

—Yo no puedo responder eso —apenas alejó su dedo de ahí para musitar—. Conozco el comportamiento humano, pero no al pueblo de Inazuma.

Bajó su extremidad, luego cerró los ojos por unos instantes para emitir un pequeño suspiro, sintió que entró en una contradicción al contestar sin adquirir riesgo alguno; la opción más lógica siempre era [..