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— Parece ser un buen día para salir. Mi maestra esta aferrada a la idea de que explore nuevos mundos... Habrá que buscar algo por hacer.
 
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Guardó silencio ante la primera respuesta, el tono de voz ajeno no le permitió indagar en las emociones ajenas, se preguntó por la ausencia de enojo, tristeza o resignación; no lo expresó directamente, sino que simplemente procuró hacer la diferencia, algo de empatía, pues él también era "extraordinario"— ¿Cuál es tu nombre? No serás una adeptus ni una bruja sabiéndolo, solo serás tú —tras su pregunta dirigió su mirada hacia el rostro ajeno, la tranquilidad del paso le permitió voltear su rostro para ello; holgada expresión que trasmitió una peculiar tranquilidad a su lado, a pesar del peligro latente, de estar ella armada cuando él no y de ostentar de una aptitud física superior, rasgo que a leguas se notó.
— Adelante, no tengo problema con ello. Estoy acostumbrada a ambos tratos. Después de todo si me porto benevolente, me llaman adeptus, pero si me porto de manera tajante, me llaman bruja. Al final... Nunca cumpliré con las expectativas para ser considerada alguien normal. — Respondió de forma serena, mientras continuaba caminando a un paso lento, pero firme. — Es probable. — Dijo, sin dar mayores vueltas al tema.
—Mi experiencia del día de hoy entonces, será, determinar si tu compañía puede o no ser agradable —la dirección era conocida por ambos, procuró al caminar que no exista una gran diferencia de distancia, un acto de rebeldía a la advertencia que ella dio; la sonrisa que portó su rostro pareció la de un inconsciente—. Apostaré mi vida a lo mucho que puedan asfixiar esos hilos rojos, tal vez tú acabes siendo esa amenaza, no los habitantes salvajes del monte —no hubo miedo o cautela en su hablar.
— Lo soy con aquello que lo amerita. Si te doy esta información, es porque te recomiendo que no te acerques demasiado. No soy alguien que brinde una compañía agradable. —Respondió en un tono mas serio, mientras comenzaba a caminar hacia adelante. — Acepto la propuesta, y asimismo yo me encargo de ir despejando el camino de las amenazas que deparen. —
No pudo evitar mostrar asombro, no rompió con la posición de su mano debido a esto y el aluvión de información que llegó a él, precisamente la función de las cuerdas rojas—. Veo que no eres muy reservada... —cerró los ojos, frunció apenas su rostro y tras dejar caer su extremidad mostró una sonrisa peculiar, apenas taimada, aunque no necesariamente hostil—. Nada en específico entonces, ¿por qué no me acompañas? Adentrémonos más en este monte, hacerlo en compañía es una buena experiencia, que dos desconocidos dejen de serlo también puede serlo —así como ella no temió de sus propias palabras, él se atrevió a sugerir, ¿no era precisamente eso lo que a ella se le incentivó perseguir? Oportunidades a la vuelva de la esquina.
—Supongo que no busco algo en especifico; el camino dictara lo que sea que vaya a suceder. La lanza que llevo solo es un medio de protección. Y sobre mi vestimenta... Estas cuerdas rojas me ayudan a conservar mi naturaleza violenta controlada. — Expreso de forma calmada, mientras miraba sus propias cuerdas con detenimiento.
—Si, un viaje te obliga a experimentar muchas cosas, pero... —se llevó la diestra bajo los labios inferiores, una posición reflexiva, a través de esta evitó su mirada por unos instantes— ¿Qué clase de experiencias pretendes? Veo que estás armada y la forma en la que vistes dista mucho a las de una persona ordinaria... —elevó su mirada una vez ladeó su rostro, entrecerró su mirar vacuo con la intención de hallar algo en su rostro, algo que pudiese coincidir con lo que saliera de la boca ajena.
— No es una idea que me atraiga honestamente, pero no tengo otra opción. Mi maestra me encomendó descubrir nuevas experiencias. Apuesto a que un viaje como ese atraerán las suficientes. — Musito con calma, mientras miraba directamente al joven, llevando su lanza a su costado.
—Soy un extranjero, vengo de más allá del mar tormentoso —respondió sin dilatar sus palabras, se detuvo frente a ella, mujer de imponente presencia y recta postura— ¿Tú de donde vienes? ¿Te agrada la idea de perderte entre tantas montañas azotadas por la lluvia y el viento? —cuestionó por su presencia, porque parte de la suya era el argumento escondido en tales preguntas.
— Nunca antes te había visto por aquí. ¿Eres extranjero, o algo por el estilo? Aunque ahora que lo pienso... también llevo poco de pasar por aquí. ¿Eres de esta zona? — Pregunto de forma directa, y un tanto directa.

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