Los años habían transcurrido todo en el mundo era completamente diferente, lo que antes era realidad y completa verdad ahora no eran más que leyendas que muy pocas personas conocían.
Era una tarde tranquila la suave brisa corría por los alrededores y una agradable melodía inundaba el lugar era el ambiente perfecto para ponerse en movimiento, entre las ramas de los árboles corría un enorme lobo ártico. Su pelaje era tan blanco que fácil se confundiría entre la nieve pero sus ojos resaltaban pues eran de color ámbar. Un profundo y desolado aullido en busca de sus semejantes acompañaba su carrera.
Pero era inútil él lo sabía hace un largo tiempo que no cruzaba su camino con alguien de su manada tenía que resignarse ahora él era el único que quedaba. Por fin se detuvo a espaldas de una estatua en donde claramente podía ver a la hermosa joven danzar, decidió sentarse junto a la estatua disfrutando de la interpretación de ella.