—¡No te conviene acercarte más, este es mi volcán!
Rugió con fuerza en el lenguaje que seguramente tenían en común y que otras razas sólo escucharían como bramidos ferales. Todo su cuerpo era una enorme y letal amenaza con una temperatura igual a la lava cuando estaba, como en ese momento, dispuesto a matar por mantener la dominancia en su territorio.
Cuando escucho aquel dragón rugir extendió sus alas de oro mostrandose muy alerta incluso se detuvo posando de una manera realmente imponente pese a que estaba solo de paso, lo observo acercarse a el así que abrió su boca y en el interior de esta se observo una gran energía dorada la cual estaba apunto de liberarla si el contrario se acercaba otro centímetro más.
Sus escamas rojas erizadas y el intenso calor que emanaba detonaban que estaba listo para pelear, pero se mantenía a margen por el momento. La piel de su hocico se alzó, mostrando sus encías, su hilera de enormes y filosos colmillos, capaces de penetrar las más duras pieles. Desde su garganta surgió un estruendoso rugido de advertencia; si el dragón desconocido se acercaba sólo un poco más, iría contra él y no se detendría hasta hacerle huir o matarlo, lo que ocurriera primero.
