Su cola que también apareció para entonces, rodeó uno de sus muslos y lo obligó a abrirse más, permitiéndole entrar por completo al miembro que se encontraba en su máximo grosor. Como pudo siguió masturbando y como pudo siguió exigiendo las succiones en sus dedos, invadiendo cada centímetro de él que podía pensar profanable. Pero algo de torpeza se notaba en sus movimientos y en sus exhalaciones entrecortadas cuando ya el momento de volver a liberarse se acercaba.

Otro corrientazo lo recorrió desde su entrepierna, sosteniendo el delgado cuerpo adverso con firmeza mientras se dejaba vaciar, esta vez por completo dentro de él. Una mezcla de fluidos anteriores con nuevos y con ajenos desbordaron la cavidad repleta del menor y se vertieron sobre su miembro cuando él poco a poco salió de su interior.