—Por supuesto...

Musitó sin verle. A pesar de lo restringido que solía sentirse con él, luchaba contra esa naturaleza. Además, decenas de miles de años de experiencia le habían enseñado que de poco servía ocultar verdades; era mejor sólo decirlas.

—No me gustaría que vieras esto en primavera.

Pensó en él como un niño, danzando entre los cadáveres de humanos y otras criaturas que reposaban en su patio. Lo llevó de la mano al interior de su hogar y allí le enseñó el tesoro que guardaba. Tanto metales como piedras preciosas que había robado y que le habían ofrendado. El brillo de esas cosas relucía en su propio ojo carmín y le provocaba una sonrisa.

—Esto es mío...

—Debo sentirme especial entonces —

Sonrió ampliamente antes de tomar la mano ajena con suavidad

— No, no tuve tiempo de recorrerlo por completo, suelo estar menos disponible en la primavera y no me dejan explorar tanto como yo desearía —

—Es así porque no permito que nadie más entre.

Aclaró, incorporándose en ese mueble, y luego extendió su mano hacia él.

—Ven... ¿viste todo el lugar?

Una sonrisa se dibujo en su rostro, no le importo mucho ser un invasor en el templo ajeno, había encontrado el lugar hacia un tiempo casi a inicios de su ciclo

— Encontré el lugar en primavera, había venido varias veces, huele demasiado a ti —

De a poco despierta y queda impresionado al verlo, sobre todo porque no sabía que conocía la ubicación de su templo. Tal vez lo había encontrado mientras estaba desocupado por él.

—No... ¿Cómo llegaste aquí? No es sencillo.

— ¿Interrumpo?

Era claro que lo hacía, pero al no poder dormir, decidió salí a caminar llegando así hasta donde él dragón