Sentiría aquel beso dado por la mujer mientras que este negaría con la cabeza un par de veces. Notándose un tanto molesto por aquello, al no ser alguien delicado solo daría un paso hacia atrás. —Chiquilla, entiendo que hay maldiciones que funcionan así o incluso venenos, y lo único que causarás es tu propia perdición, no por mis manos, sino por las de mis trabajadores de la arena. Así que ten cuidado, si en días muero, seguro que ellos te darán caza al quitarles su ingreso primordial.— Tras eso se limpiaría los labios con un pañuelo de color blanco, hecho de la seda de Jonia.
**Una sonrisa, entre la ironía y el triunfo se refleja en el rostro de la joven, al escuchar todo lo que dice el sujeto. Tan sólo asiente con la cabeza con levedad, y mostrando un sutil gesto ladino. Mas cuando termina, ella, sin miedo e intimidación alguna demostradas por la azabache se acerca al hombre y, aproximándose a él hasta quedar a un palmo de distancia. Parándose de puntillas, ella apega sus labios a los ajenos, escudriñándolo con expectante atención de sus hermosos ojos heterocromos.** ¿Por qué no subimos la puesta...? **Susurra al palmo de distancia de los labios de él.**
¿Hombre lobo? Es ridículo pensar que lo soy. Sé que tengo orejas pero no me la paso gritando a la luz de la luna. No, no soy eso. -Se tronaría el cuello sin pena alguna pues sentía que tenía demasiado aire en los huesos.- Pero si lo que quieres es pelear deberás hacer fila en mi arena de combate. Donde distintas personas pelean entre ellas para pelear contra el campeón, y si te vuelves campeona puedes desafiarme una vez cada 2 meses... O 3, dependiendo de cuanto tardes en sanar.
¿Es usted una especie de hombre lobo? **Inquiere la mujer con cierto aire altivo.** Mi padre los exterminó... y me temo que yo haré lo mismo. **Remata con dureza férrea. Pese a ser de baja estatura y tener un rostro bellamente delicado, acentuado por su pálida piel; la voz de la fémina posee un timbre poderoso e intimidante.**
