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Al fin dejaría la educación en casa. Ese día finalmente conviviría con personas de su edad, en un lugar de prestigio. Llegó durante un bonito atardecer, seguida de un par de ayudantes que cargaban un abundante equipaje.
La pelirosa sonreía autosuficiente, ignorante de la jungla en la que entraba. Ya había dominios, estándares establecidos. Ella pensaba que todo sería perfecto por ser quien era, pero estaba muy equivocada.
 
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Se detuvo y se volteó hacia ella, mirándola curioso y tranquilo. —¿De dónde? —Le extrañaba que una noble se percatara de la existencia de un sirviente. Quizás lo había confundido.
 
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