Comenzaba a anochecer a bordo de El Victoria. Aquel barco estaba repleto de seres de todo tipo, ninguno decente. Era normal, ese pasaje era sólo para quienes se atrevían a salir al sur del continente. Lo único que había al otro extremo era un área sin conquistar, un bosque donde reinaban las criaturas más peligrosas. La humana estaba ahí, desentonando entre tanto malechor. Todos se miraban desconfiados, parecía que en cualquier momento alguien iba a morir. No se equivocó, del interior del barco un grito varonil y desgarrador sonó alertando a todos. Al unísono escuchó las espadas desenvaina
El báculo la hizo retroceder un poco, pero cuando quien estaba a cargo se dirigió a ella supo que sólo tenía una oportunidad. Sacó de su bolsa un paquete envuelto en un pañuelo, lo retiró y tras avanzar hacia él le extendió un pedazo de escamas rojas que brillaban en un fulgor carmesí. — Las aldeas están en peligro, la región entera. Se les llama "Dragones", y han aparecido varios. Aquí hay un veneno con el que podemos acabarlos... O eso espero. No sabemos demasiado sobre ellos, pero... Son muchos. —
