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SenelElohim · 31-35, M
Pero aún así, se tomó todo el tiempo del mundo para esperar hasta las ocho, con una tranquilidad que contrastaba en grado sumo con la impaciencia que sentía por tocar a la puerta a las ocho en punto y comprobar si Angie estaba lista para salir; pues Senĕl era un hombre sumamente puntual. Pero se las arregló, consiguiendo pensar en otras cosas mientras se tomaba un café negro en la cafetería, calculando el tiempo para recoger las dos sodas antes de deshacer el camino; de tal modo que, cuando dieron las ocho en el reloj, los nudillos del varón tocaron a la puerta con delicadeza; tal y como lo hizo antes, al inicio de la visita.
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