Sabía exactamente lo que esa breve pausa significaba; Jean ahora entre sus pensamientos. Su mirada la delató, y ello disipó, de pronto, toda incomodidad o tensión que pudo haber entre ellos hasta ahora. Quizá para este momento, la pelirroja ya sabría lo decepcionante que había sido para el cíclope no haberle dado un recibimiento más apasionado como el que tantas veces tuvieron en sus sueños. En varias ocasiones abrió la boca para acotar algo, pero ahora que ella tomó su mano, las palabras parecían sobrar. A veces ella le facilitaba las cosas cuando de profanar su mente se trataba.
— Sé que lo sientes. Y sé cuánto has sufrido desde entonces. — Tomó la pequeña mano de la ojiverde entre la suya, afirmándola como garantía de que no la iba a soltar, ni literal ni metafóricamente. Él había seguido con su vida, o mejor dicho, siguió haciendo lo que le correspondía, reconstruir sobre las ruinas que ella dejó con su partida, tanto en el mundo que conocían, como en él mismo.
