Amaba tener ese control sobre el cuerpo de su pareja, jugar de ese modo. Someterlo a su voluntad, sin importar qué tan retorcidos fuesen sus anhelos, Leo terminaba cumpliéndolos por ser también capaz de disfrutarlos. Scorpio sonrió contra la mejilla de la humanización de Leo, besando con un cinismo extraño y cariñoso — ... Lo único que me enloquece es verte retorciéndote de esta forma en mi piso. Si tan solo pudiera grabarte... — susurró, dejando correr todavía el afelpado objeto que cada vez se acerca más y más a la base de la hombría del pelirrojo, apenas rozando para crear un cosquilleo en la sensibilidad de la zona — No apartes tu vista, Leo. — su tono de voz se endureció y siseó con su nueva orden, al mismo tiempo, su mano con la que antes le sujetaba el mentón pasó a ser un agarre completo al delgado y fibroso cuello que supo apretar con firmeza pero sin la intención completa de sofocar — No es justo que sólo tu recibas placer. Abre los ojos. —