Recibió el halago más por orgullo que por creerse merecedor de él en realidad; sabio no era, sólo consciente de su realidad, abierto de ojos. Prolijo gracias a las experiencias más duras que le fueron formando hasta ser aquel rebelde masculino de apariencia mayor. Todo se lo debía a su instinto y a su ojo juicioso.

Ese mismo que también le hacía preocuparse por Géminis y esas molestias nocturnas que le habían generado aquellas ojeras, además de otras cuantas lesiones o daños menores pero que a final de cuentas constituían una amenaza para su felicidad. Algo peor la acechaba.

Cuando la caricia de ella se desvaneció para volverse un estímulo agresivo contra sus ojos, el altísimo representante de la constelación más pendenciera se puso de pie — Ya es hora para que vuelvas a la cama, ven, te llevaré. — de frente pretendió abrazarla para poderla levantar verticalmente, dejándola que se abrazara a su cuello con los brazos y a su cintura con las piernas.