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About Me
About Me
[c=#8C8C8C]—Hace mucho tiempo, antes de que hubiera ciudades en esta tierra, antes del Impergium y la Guerra de la Rabia, antes de que la Tejedora extendiera tanto sus redes, muchas cosas eran distintas. Entre estas cosas se contaban las piedras.
Has visto las grandes piedras que se yerguen en las llanuras del norte. Así era. Inmensos cantos de entre nueva y doce metros de diámetro que se erguían lejos de cualquier curso de agua y de cualquier otra piedra en medio de las estepas subárticas donde cazaban los lobos del norte. Algunos decían que habían sido depositadas allí hacía mucho tiempo por los glaciares, aunque había quien defendía otras versiones.
En la antigüedad, las piedras eran igual que los lobos o los osos, grandes cazadores. Eran temibles, y poderosas, y rebaños enteros de caribúes les servían de alimento. Surcaban las llanuras y la tierra se estremecía. Ningún lobo podía atravesar su piel de piedra, por lo que cazaban a su antojo. Incluso los Garou tenían que inclinarse ante su poder. Mas, como tantas grandes criaturas, las piedras pecaban de orgullosas. Creían que era indigno de ellas seguir a los rebaños de caribúes, siempre tras los pasos de unos insignificantes herbívoros. Se cansaron de aquello, alzaron el rostro hacia sus montañas abuelas y dijeron: «Ellos no siguen a los rebaños de caribúes. Si ellos no lo hacen, nosotros tampoco». Y así, dejaron de hacerlo. Se sentaron allí mismo, para descansar. Se sintieron de maravilla. ¿Acaso no llevaban caminando tras los rebaños de caribúes desde que Gaia las invocara? ¿Acaso no habían demostrado su superioridad frente a las demás bestias, no se merecían un descanso por ello? ¿Acaso no podían volver a caminar de nuevo, si así se les antojaba? ¿Quién era nadie para decirles lo que tenían que hacer?.
Exacto . Nadie era quién.
Los caribúes continuaron con sus migraciones y los lobos siguieron cazándolos. Las piedras sintieron hambre al principio, pero su fuerza era tal que incluso podían olvidarse del hambre. Y así, siguieran sentadas. Y siguieron. Y siguieron. Hasta que, un buen día, una de las piedras vio a un águila que planeaba y deseó volver a caminar. El águila volaba veloz, y la piedra se dio cuenta de que añoraba ver lugares nuevos y recorrer las llanuras. Por eso, intentó moverse de nuevo. Pero, se preguntó, ¿cómo se mueve uno? Parecía algo de lo más complicado, y ya había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que lo hiciera. Escarbó en su memoria, pero no conseguía acordarse. Sabía que se había movido en el pasado, sabía que era capaz de ello, pero no podía recordar cómo hacerlo. Intentó acordarse durante muchos años, mas nunca lo consiguió. No tardó en olvidarse también del águila, y decidió que, para empezar, nunca había querido moverse. Por eso las piedras permanecen sentadas, inmóviles. Para siempre.[/c]