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|| Freaky Wednesday: Flauros.
 
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Sc1558098 · M
Su escena violenta llegó a un corto fin con la presencia de la mujer japonesa a la que había hablado en contadas ocasiones. Su mirada perpleja demostró sus emociones a la perfección, aún más al notar las vestimentas poco comunes en ella. No se molestó en esconder su mano ensangrentada o el desastre de vidrios que se formaban en el suelo. —¿Qué buscas aquí, Shiro? —preguntó en tono amenazante, cosa rara en el dueño de su aspecto: Flauros. Sin embargo, en cuestión de segundos Satanachia se dio cuenta de algo: llevaba el físico de su peor enemigo. Las posibilidades eran ahora infinitas. Con este nuevo pensamiento en mente, esbozó una amplia descarada sonrisa. — No avises a Satanachia de mi presencia en su campo de entrenamiento, pequeña o deberé deshacerme de ti. —
Dev1558146 · F
Lo que había pasado en ese día realmente la superaba. Su físico... Ella no era la de siempre. Sumado a eso el resto de su familia pareció quedar bajo el mismo hechizo así que cuando su esposo no quiso mostrarle su rostro, encerrandose en su cuarto, pensó inmediatamente en la última persona que quería ver: Satanachia. Corrió hasta donde sabía que lo encontraría sin dejar que nadie viera el nuevo físico que portaba pues no era nada demoníaco y le significaría problemas de ser vista; portaba una capa larga y ostentosa que le cubría la cabeza con una capucha del mismo tono. Una vez en el lugar le informaron que su esposo estaba en los lavabos, suponiendo que era ella por el modo en que vestía. — Mi esposo... — Su miedo era real después de todo. Abrió la puerta de estos sin pedir permiso y su rostro de nipona se descompuso en una mueca de sorpresa. — Mierda...
Sc1558098 · M
Tras recibir varias miradas incrédulas entre los campos de entrenamiento, el Gran General decidió ir a tomarse un descanso, fastidiado con la actitud que tenían los soldados ese día. La primera cosa que hizo fue ir al baño, para mojarse la cara y refrescarse, pensando que quizás era él quien estaba más de malas que de costumbre. Sin embargo, al entrar, en vez de verse reflejado en el espejo se encontró cara a cara con una asquerosa imagen: Flauros. Le tomó un momento de incertidumbre darse cuenta que no se encontraba ahí su enemigo, sino que él mismo lucía así. Alarmado, golpeó el espejo con su puño, abriendo heridas en sus nudillos y retrocediendo varios pasos sin aceptar el acontecimiento.

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