La vida es un juego, hermosa pelirroja. -En su mano colocaría una pequeña daga.- Si bien en esta ocasión no tengo la mano superior, aún puedo jugar.

-Estando sentado en su silla completamente tranquilo, con los pies sobre la mesa dejaría caer la moneda a un lado de él escuchando como esta resonaba en el lugar.-

- le dispara a la moneda, abriéndole un agujero casi perfecto en el centro y apunta al desconocido -

No estoy jugando...

Podemos ver si moriré o no. -Toma una de las monedas de oro y la hace sonar lanzándola al aire.-

Vaya, alguien quiere morir por una cuantas monedas de esa rata.

No creo, la fortuna me sonríe.