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"Real strength, Scott, comes from keeping your glasses on until the time is right to take them off".
 
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Nunca había terminado de agradarle la naturaleza de aquello, no tanto por ella, sino por los demás. Dar a conocer la muerte tantas veces, la fortuna de la vida que renace por esa fuerza, y todo dedicado a ella, a la elegida por el Fénix. Tenía un tinte injusto, al no poder aprovecharse de eso en otros. El deber de mantener el equilibrio, a costa de muchos.

—Ah, ¿eso ha sucedido? Hm. Qué mal, qué mal.— Estaba forzando el sarcasmo, como si ya de por sí no resultase evidente. A veces aquella manera de hablar guardaba su gracia, en cómo se hace la tonta. De no ser por la taza que sostenía entre manos, se hubiera levantado de un salto de la cama, así no perderlo de vista.

—Era eso o estropear el panorama. No puedes darme a elegir con eso.— Su vocecilla le acariciaba la nuca por detrás. Aquella mañana tenía un tono propio de una niña traviesa que tramaba una trastada. Había dedicado un sorbo a la taza casi vacía, y una vez se detuviese, su barbilla le rozaría el hombro, a la expectati
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Recalcar lo obvio sólo parecía seguir sorprendiendo a la mutante, y no dejaba de adorar sus reacciones. Era como una niña inocente incluso cuando soltaba comentarios como ese. Como si estuviera cegada por su propia luz; irónicamente Jean no tenía plena consciencia del alcance de su poder... ni de sus encantos.

—Es natural. Literalmente has renacido. — Murmuró con un aire de complicidad tras separarse de su frente. Aquella mañana Jean había amanecido radiante y eso le llenaba de una calma indescriptible. Contadas eran las noches como aquella, que durmieron en paz.

—Te pillé observándome antes, viste que se me atoró la camisa y no me has ayudado. — Le reprendió a modo de broma, encaminándose hacia la salida, observando su reflejo en el espejo hasta perderse detrás de la puerta.
El comentario hizo escalar sus coloretes con cierta facilidad. Era obvio. Ella lo sabía, él y el resto también. Distinguía que aquello se reducía a un mero gusto caprichoso por subrayar verdades, en ese afán de complacerla. Mas muy a sus adentros, avivaba una confianza que a veces olvidaba que tenía.

—No voy a negar que me deleita más esa sensación de poder que da.— Un comentario un tanto villano de su parte, pero bien intencionado pese al tono. Una vez lo vio inclinarse para dedicarla un beso, cerró los ojos con una sonrisa. Un gesto infantil, en cada pequeño momento que compartían un cariño más tierno, más gentil.—Quién lo hubiera sabido, que ahora he vuelto a ser un bebé.

Como si volviese a nacer. Carcajeó en sintonía con él.

—Tómate tu tiempo, te miraré mientras tanto.

Abrazaba la taza con los dedos, y daba un trago de cuando en cuando. —Cada vez me cuesta menos levantarme, de la cama, me refiero. Pero cielos, parece que me he tomado un año sabático.
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—Basta con mirarte a ti para que lo sepan todos. — En ese momento el castaño levantó una ceja, la sonrisa que mostró fue un tanto ladina mientras miraba a su espalda el reflejo de la mutante. Terminó por cubrir bien su torso una vez fajara su prenda.

Segundos antes de despegarse del espejo, se aseguró de que su cabello no luciera tan desordenado. Se giró en dirección de la pelirroja, observándole a través de los cuarzos que protegían al mundo de sus poderes.

— ¿Te gustaría que todos tuvieran algo que es exclusivo para ti, Jean? — Inquirió mientras dirigía sus pisadas de retorno a la cama y una vez que se detuvo en el borde, se inclinó a besar la frente de la ojiverde. — Duermo mejor sabiendo que ya no has tenido pesadillas, incluso has dejado de patearme. — Se soltó a reír. El aroma del café inundó su olfato, ampliando un tanto más su sonrisa. — Te traeré el desayuno antes de marcharme.
—Si la gente supiera el amor que tienes en los ojos, Scott.

No iba a hacer comparaciones con un cachorro, no en voz alta. Lo observaba... no, lo examinaba por el reflejo del espejo frente a ella, estaba sosteniendo una taza por el mango. La brisa que fluía por la ventana bajo una luz matutina arrastraba un aroma a café, uno que no estaba muy cargado. Tan dulce de gusto, las costumbres no habían cambiado.

—De lo que se pierden. ¿Has dormido bien?— O nunca se había fijado, o no recordaba que se daba esa clase de recordatorios a esas horas de la mañana. Siempre tan concentrado.

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