— Alizee... lo tengo. Puedes llamarme por mi nombre, Percival, ante la comodidad de la privacidad; o Lancer, para evitar que el enemigo descubra quien soy y qué clase de armas poseo.

Respondió puntual el caballero mientras le seguía los pasos a la joven. Pudo darse cuenta de que se encontraban en un castillo, aunque uno de distínto periodo y nacionalidad. Podia notar también el deterioro de sus muros, muebles y pasillos, realmente estaba en decadencia, parecía que ella era la dueña de éste, no sería sorpresa que ella fuese miembro de una familia al borde de la extinción.

— Alizee, puedes llamarme Alizee.

Respondió a la pregunta de su ya ahora servant mientras avanzaba por los largos y antiguos pasillos. Tal vez él no se había dado cuenta de principio, pero aquel lugar era un inmenso castillo que parecía solitario y casi abandonado, era el hogar de Alizee, un castillo que perteneció a su familia y ella era la única que quedaba de su linaje. Continuó la caminata hasta quedar en el inmenso recibidor del castillo y prosiguió a caminar hacia las grandes escaleras que había en el centro para subir por ellas, dejándose guiar por sus vagos pasos.

— Dime Percival... ¿Debo llamarte siempre de esa manera o prefieres que te diga de otra forma?

— Posiblemente tenga el poder para hacerlo, sin embargo, estaría incumpliendo con el pacto que hemos hecho.

Replicó ante aquella pregunta, no sabía si ésta se trataba de un sarcasmo o un simple reto. Percival sólo se había limitado a responder sin ninguna otra intención más que responder aquella duda.

Se mantuvo en silencio, al tiempo en que ligeramente se echó para atrás en un acto sorprendido y poco habitual, pues ella acercarse a él para dar una palmada en su mejilla era un gesto que, si bien parecía moderno, éste lo podrría interpretar de algo distinto: algo con mayor formalidad.

Comenzó a caminar tras ella al instante en que le indicó, su armadurra y su lanza desaparecieron en una cortina de destellos dorados que se disolvieron en el viento; mostrando una vestimenta un poco más casual para aquel caballero.

— Por cierto, ¿Cómo debo llamarte? ¿Bajo qué nombre puedo llamarte, Master?

— ¿Y acaso crees que puedes matarme?

Una pequeña risilla escapó de su boca, verdaderamente le causaba gracia cuando alguien hablaba sobre asesinarla. Tenía mucha confianza en si misma y en su poder, en todas sus habilidades y conocimientos y nadie le había ganado jamás una batalla; era persistente, dura, como una mala hierba que no moriría con facilidad, sin dar una dura guerra.

Se acercó más al caballero y le palmeó una de sus mejillas.

— Te obligaré a... Alzar mi casa, más no usaré estos comandos. Más bien usaré otros métodos menos ortodoxos para que obedezcas mis órdenes, cariño.

Se puso de pie y caminó por el gran salón, abriendo de par en par un par de puertas que estaban al frente.

— Sígueme, aún tengo muchas cosas que hacer y quiero saber más sobre esa guerra santa.

Aquella duda que ella expresó fue bien recibida por el gran lancero, quien con amable gesto le recibió.

— Esas marcas son llamadas Sellos o Hechizos Comando. Aparecen en el Mago que es candidato a obtener el Grial. Es una marca que te identifica como Master y que se divide en tres partes, correspondientes a tres hechizos que puedes usar para controlar al Servant: puedes llamarme, darme más poder o incluso obligar al Servant algo que no quiera. Aunque, esto último no lo recomiendo...

Explicó, donde aquello último fue dicho con un tono de voz un poco inseguro, pues sabía que en ocasiones podrían ser obligados a hacer algo deshonroso que manchase su moral como caballero sagrado.

— Hay que usarlos con inteligencia, pues al usarlos el Servant podría decidir irse de su lado e incluso asesinarle.

Una amplia sonrisa a medio labio se formó sobre su rostro, su mirar se afiló y lo mantuvo fijo en el servant.

— Mi última duda. ¿Qué significan este sello o tatuaje o no sé que sea, que tengo en el dorso?

Frunció el entrecejo solo un poco, no le gustaba tener marcas extrañas y desconocidas en su piel, ella cuidaba mucho su cuerpo como para que fuera manchado y más si pensaba que era permanente.

Con suavidad estrechó la mano del servant y se mantuvo así por un instante, sintiendo como el viento se arremolinaba debajo de sus pies y creaba una especie de ventisca que le movía la ropa y el cabello de un lado a otro, todo aquello para denotar el alto grado de la magia que poseía la mujer, seguramente el servant lo sentiría con facilidad, tenía magia para mantenerse y entregar a quien fuera, a quien lo necesitara.

[...]
Sin más, éste se levantó de su asiento, los pliegues metálicos y las correas de cuero que sostenían su armadura resonaron ante el más mínimo movimiento. Extendió su siniestra hacia ella, pues ésta era la más cercana a su corazon, para concretare le pacto con ella.

— Yo Servant de clase Lancer, reconozco y acepto las capacidades que tienes, mi lanza y tu escudo ahora están a tu servicio y responderán a tu llamado...

Lentamente fue su acercamiento hasta que al final de su diálogo las puntas de sus dedos se encontraron con las de ella, y posteriormente su palma completa. Durante aquel contacto de ambos una leve onda expansiva liberó un destello carmesí como señal de la formación del vínculo que éste tendría con ella.

— ... He de luchar junto a tí y protegerte. Reconozco ahora que yo soy tu Servant y tu, mi Máster.

Esperó paciente ante la respuesta de aquella joven maga, tampoco iba a ejercer presión sobre ella, pues sabía en carne propia lo demandante que era la labor de encontrar dicho objeto; ahora luchar por éste sería una tarea titánica pues habría más como él involucrados con el ánimo de poseer el Santo Grial.

Su mirada no se desviaba ni distraía de ella, mantenía una expresión tan neutral que era complicado leer su proximo pensamiento o intención. Se hallaba en un estado tal que podía fundirse con la mísma naturaleza, y era algo que le sentaba bastante bien. Repentinamente, su mirada creció con sorpresa al ver la serie de conclusiónes que ésta comenzaba a forumular.

No sabía con certeza si revivir a los muertos o enamorar a alguien serían algo posible de lograr, pero no dudaba del poder del Grial. Había muchas cosas que no conocía, más decidió callar para evitar una violenta reacción de rechazo. Tras ello la evidente decisión de la joven estaba hecha.

[...]

[ ... ]

Cruzó su pierna diestra sobre la siniestra y una vez más acarició su propio mentón, la verdad es que lo que le relataba el caballero le estaba robando totalmente su atención e incluso se podía notar que le interesaba, tal y como todo ser humano en el mundo, también tenía un deseo, un sueño que no podía cumplir por si misma, ni siquiera con su basta magia y su gran conocimiento sobre este rubro y hechicería, incluso hechicería arcana.

Ladeó un poco la cabeza, no necesitó que el caballero le respondiera del todo, pues ya estaba más que interesada.

Extendió su diestra hacia el servant para sellar su pacto con este, ese pacto de Master/servant.

— Te acepto como mi servant, Sir Percival. Ganaremos esta guerra. Sea como sea, así será.

Se mantuvo en silencio en todo momento, analizando cada palabra que salía de la boca del caballero. ¿Magos recreando la manera de traer al santo grial y volverlo un objeto que concede deseos? ¿De verdad podía conceder deseos? Una tenue sonrisa se formó sobre sus labios al imaginar que su mayor sueño se hiciera realidad.

— ¿Concede cualquier deseo? ¿Traer a alguien muerto a la vida? ¿O incluso conseguir el amor de una persona? Sí, sé que son cosas estúpidas y banales, pero como maga y hechicera te puedo decir que incluso para la magia hay restricciones y esas son algunas. Así como matar a toda la humanidad de golpe y solo porque si. Si es un objeto tan fuerte... ¿Concederá esos deseos también?


[ ... ]