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¿Vienes a peinarme? ~
 
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SP1571450 · M
Como un infante se dedicó a seguir con su mirada el actuar de aquella hada, anonadado, en especial ante aquel acercamiento que sutilmente jugueteó con su dedo sobre la frente del mismo. Un acto que lo dejaría ligeramente confundido. — Sí, realmente lo es. — dijo chistar o tomar siquiera un tiempo para pensar en la respuesta, pues no tenía nada que pensar o evaular acerca de él, sabía lo capaz que era y no tenía duda alguna en que Arturo sería el rey que guiaría a la humanidad a un mundo mejor. Una respuesta tan inmediata que no dejaría duda de su lealtad a su rey.

Se levantó lentamente de su postura, dejando que el agua escurriese de entre sus ropas y algunas piezas de la ligera armadura que portaba. Caminó con tranquilidad hacia ella, donde claramente podía notar que saldría de aquel cuerpo de agua. — Claro, son de mis favoritas. — Agregó con una sonrisa a la mujer frente a él.
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Eso es una sorpresa. Dijo con una voz tranquila, levantándose de la posición cómoda que tuviera para dejar que el agua clara comience a escurrirse de entre sus piernas, generando ese sonido agradable y claro al caer de su piel, prendas e incluso la misma cola del hada. Se giró entonces y dada la posición del caballero, se inclinó un poco para pasar su dedo índice sobre la frente contraria, dibujandole una curvatura con el agua que escurriera. Son unos sueños nobles, pero es como si vivieras por alguien más; hubiera pensado que un hijo del bosque tendría deseos más salvajes y de libertad. ¿Tan asombroso es ese rey al que sigues? Su pregunta fue sin ningún tipo de ofensa, era más la simple curiosidad de saber. Caminó hacia la orilla del claro de agua, aunque con pasos tranquilos para que él la siguiera. ¿Tienes hambre? ¿Te gustan las moras silvestres?
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Procuraba suaves movimientos evitando tironess al momento de desenredar lass hebras que sostenía entre sus manos. Era una labor que ya no se le dificultaba, pues mantenía el recuerdo de la experiencia de cuando vivía con su madre, así mismo, recordaba algunos momentos que había pasado con algunas doncellas del castillo al brindarles su ayuda con la misma labor.

No obstante, la aparición de aquella cola que, a primera instancia sorprendió al caballero, haciendole abrir un poco más sus ojos, pero sin abandonar su tarea. — Mi sueño se halla dividido en dos partes, doncella. — Inició el caballero con un gesto alegre, sin detener su labor. — El primero ya se ha cumplido, pues lo estoy viviendo en este momento: el volverme caballero de la corte del rey Arthur y servir, era algo que deseaba desde niño la primera vez que vi a unos caballeros marchar por el bosque... y el segundo: es ver cumplido la visión e ideal de mi rey. —
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He vivido lo suficiente para haber escuchado esas mismas promesas, pero jamás las han cumplido. Mencionó con una voz natural, ya que el tiempo transcurría diferente para los seres como ella, de ahí a que sintiera todas esas palabras como una promesa más, vacía y sin sentido que se iba tal como el tiempo limitado de los seres humanos. Del agua surgiría una afelpada cola que aparentaba no estar húmeda y que nacería de la parte inferior de su espalda, complementando la apariencia zorruna que le dieran sus alargadas orejas a los costados de su cabeza. Si ese es el sueño de tu rey ¿Cuál es el tuyo, caballero? Quiero saber qué sueños tendrá un niño del bosque.
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Sutil y silente aquel recibió con cuidado aquella cabellera que cayó sobre sus manos al colocarlas, listo para comenzar con aquella labor. Había hecho la vista gorda al escuchar que pudo haber sido comido por aquella entidad que, confirmando algunos testimonios de aldeanos que afirmaban que las hadas podían devorar a ciertas personas; tan sólo se había limitado a soltar una leve sonrisa. Inició entonces su labor, dividiendo aquella larga cabellera en distintas secciones.

— Mi rey... es aquel que nos guiará al mundo perfecto, uniendo los pueblos gobernando con justicia... — Comenzó al pasar un peine de madera que cargaba por si acaso. — ... es el rey perfecto, Sir Arthur Pendragon. — continuó, mientras iniciaba a peinar desde las puntas para ir paulatinamente subiendo y desenredar aquella rosada cabellera.
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Así que eres un niño del bosque... No recuerdo haberte visto antes, de seguro te habría comido de un bocado. Mencionó con una risa, por esos rumores que aveces escuchara en los humanos de que algunas hadas se comen a los niños lindos. Soltó entonces su cabello de entre sus manos para que todas esas hebras rosadas cayeran a manos del caballero, cerrando los ojos como si fuera una infante quedándose quieta para que le desenredara el sedoso pelo.

Suenas muy cortés. Cuéntame ¿A qué rey sirves? Preguntó mientras entre abría los ojos para ver a esas pequeñas mariposas revolotear por los alrededores, le gustaba ser atendida por lo que le trataría con naturalidad sin importarle que fuera la primera vez que se vieran.
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Lentamente abrió sus parpados al corroborar que aquella voz le hablaba, aquella voz confirmaba su deseo de asistirle. Giró su cabeza un poco para buscar aquella dueña e tan dulce voz que denotaba vanidad.

Hizo la vista gorda al primer comentario, poniéndose en pie y haciendo resonar aquella armadura y los broches de sus correas en la misma. Dando algunos pasos llegó hasta sus espaldas. — Suelo internarme en los bosques, porque nací y crecí en uno junto a mi madre... me tranquiliza estar en estos lugares, milady. — respondió atento mientras tomaba un mechón de cabello comenzando a peinar desde las puntas.
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Si, por algo estas aquí ¿No es así? El hada es vanidosa y solo se acomodaba los cabellos en ese momento, pero al escuchar el ruido de la armadura contraria solo buscó una manera de crear conversación. Se acomodaba las hebras rosadas con delicadeza y gusto, mientras su cuerpo permanecía sentado, sin importarle que sus prendas se mojaran con el agua cristalina que circulara. ¿No estás un poco lejos de tu "castillo", caballero?
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De rodillas sobre aquel claro lleno de flores y pétalos aquel permanecía; disfrutando de la paz que brindaba el lugar. Incluso había cerrado sus ojos para percibir los sonidos del bosque, hasta escu har aquella voz que cuestionaba.

— ¿Peinarle?
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