Pudo notar la expresión del rubio. Era el mismo gesto que todos hacían con tan sólo verla actuar, pero no era culpa suya del todo sino del miedo inmenso a interactuar con quien sea, su familia podía entenderla porque sabían lo que tenía, pero los demás no. Por eso mismo, llevaba una pequeña libreta, aún a pesar de intentar progresar con su habla, no tenía la suficiente fuerza para hacerlo. Negó al escucharle dos veces, buscó y tomó su pequeño cuaderno y veloz fue al escribir para responderle; “Perdón. No pasa nada, Jack. Es un gusto conocerte, me vuelvo a disculpar, me cuesta poder hablar espero no sea molestia.” — S…S…o…— Un fallido intento por decirle su nombre, volviendo a temblar por la misma presión de antes. Sus pómulos se tiñeron de rojo anunciando su fracaso.
—La resplandeciente sonrisa de Jack se disipa y él intenta comprender si lo que acaba de decir fue inapropiado. A la expectativa, el rubio se rasca detrás de la nuca, mutando los labios en una curva relajada, no muy distinta a la previa.—
Debí asustarte, salí de la nada. ¡Hola! Mi nombre es Jack. Lamento si te tomé desprevenida, no era mi intención. ¿Podría saber tu nombre?
Escucho un tono de voz desconocido a su reducido círculo de amistad, podía sentir sus músculos tensarse anunciando su paralización al ver que se dirigía a ella y nadie más. ¿Cómo, cómo podía contestarle si las palabras se negaban en salir? Trato de intentar no temblar debido a su trastorno de comunicación. Abrió sus ojos como platos, como un mínino curioso y con sus manos tocó las hebras de su cabello. — …. —
