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SK1566354 · 26-30, M
Había mantenido su distancia, sin acercarse a Asseylum, incluso al verla secar esa pequeña lágrima. Mas, antes de terminar sus razonamientos, dio unos pasos al frente, hasta hallarse lo suficientemente cerca de ella como para extender la mano y mesar los cabellos de la joven; haciendo gala de una delicadeza, rayana en el afecto, que desmentía su fachada de "chico duro". Pero es que con Asseylum, no hacían falta máscaras.

Creo que de verdad deberías comer algo de lo que traje. Te subirá el ánimo. Además, ¿has visto las estrellas? Es raro ver un cielo despejado. Es más: hasta te prepararé un poco de té. ¿Qué opinas, muñeca?
SK1566354 · 26-30, M
La verdad es que sus pensamientos, cuando se hallaban a la deriva, tendían a navegar hacia Asseylum y, en últimas semanas, a lo injusto de su cautiverio. Había crecido bajo la sombra y reglas de su padre, Mihael; y aprendido que Asseylum estaba justo donde debería, cumpliendo un papel al que jamás podría escapar. Pero no pocas veces se había preguntado si aquello era verdad; y ahora que por fin había sacado el tema a colación, sentía temor de manifestar sus razonamientos del todo. Así que optó por la salida fácil: la broma.

¿Una mujer hermosa? Vamos, muñeca; después de conocerte a ti, será difícil encontrar una chica a la altura de mis expectativas.

Bueno, quizá no era tanto una broma, sino una confesión a medias; pero Slein no pareció arrepentirse de lo dicho.

Esa es la cuestión. ¿Qué me depara la vida? ¿Seguir los pasos del viejo? No me imagino dependiendo de una joven encerrada para tomar las decisiones que me esperen en el camino.

[...]
SK1566354 · 26-30, M
No era esa la respuesta que esperaba, aunque cabía preguntarse si tenía en mente alguna particular. Empero, lo que más llamó su atención no fueron las palabras de Asseylum, sino el cambio súbito de mordacidad a pena; del tinte habitual de sus conversaciones a algo indudablemente teñido de congoja. Él lo había iniciado, pero esperaba que la chica lo tomase a juego - como casi siempre hacía cada que Slein llevaba la charla por derroteros más serios - o, por lo menos, siguiera empeñada en desquitar sus frustraciones en él, quien lo habría tomado de buena gana y, quizá en ese palidecer de sus preocupaciones, podría haber hallado un poco de paz. Pero no fue así, y le resultó imposible pasar por alto la tristeza que ella quiso ocultar al bajar la mirada; una que, por razones desconocidas, como no fuese explicada por la camaradería - o lo que fuese que había entre ellos, habiendo convivido a lo largo de varios años -, le hizo sentir algo parecido al remordimiento.

[...]
mirarlo a los ojos cuando los suyos habían empezado a ponerse cristalinos; hablar de su cautiverio todavía le causaba estragos a su mente y la hacía verse débil, tal como el padre de Slein le había dicho que no debía lucir. "Eres la vidente más poderosa de Japón y aún así te ves como una niña llorona cada que sales de tu habitación. ¿Qué dirán de ti mis socios? No me hagas mandar a que te den un castigo."

Enfócate en lo que te depara la vida únicamente... Seguramente te casarás con una mujer hermosa y continuarás el legado de tu padre. Vivirás bien.

Una lagrima solitaria resbaló por su mejilla pero no supo el motivo. Algo en su pecho le había dolido al decir aquello, ¿fue por la tristeza de saberse enjaulada para siempre o por lo que acababa de decir? Parpadeó extrañada antes de limpiarse con el dorso de su manga y aclarar su garganta que comenzaba a acusar un nudo repentino.
Observó con sumo interés el recorrido que Slein hizo, así como los ademanes que prosiguieron a sus palabras y el aire de misterio que lo envolvió junto con estas. La fémina se humedeció los labios como si buscará con eso postergar el tener que darle una respuesta que ni ella misma conocía y que, además, temía averiguar; tras intentar hacerse de alternativas que desviaran la conversación concluyó que de no decirle lo que pensaba seguramente él lo tomaría como una mala señal y seguiría insistiendo. Lo último que Asseylum quería era que le tuvieran lástima... Más lástima.

Tal vez tenemos que aceptar el hecho innegable de que hemos venido a la tierra con un propósito fijo. El mío es servir a tu padre hasta el final... Cualquier intento de esperanza es una pérdida de tiempo y un golpe peor para la soledad.

Dejó de balancear su cuerpo hasta detenerse, bajando la mirada para pretender que veía sus pies descalzos tocar el suelo frío aunque la realidad era que no se atrevía a
SK1566354 · 26-30, M
Slein se giró, y ahora fue la parte baja de su espalda la que se mantuvo adosada al marco de la ventana, junto con sus codos. De inmediato buscó los ojos de la chica, cual si en ellos fuese a encontrar por anticipado la respuesta a la cuestión que estaba a punto de exponer.

¿Alguna vez te has preguntado si... Si hay algo más que los papeles que nos han tocado en suerte? No sé, todo este rollo del destino me tiene inconforme. Sé que puedes leerlo, pero... No lo sé.

Su mirada se ensombreció un momento, antes de concluir.

Quiero creer que no todo está calculado de antemano. Es menos terrorífico así.
SK1566354 · 26-30, M
[...] alcanzar la ventana; lugar donde recargó los brazos, asomando la parte superior de su cuerpo al viento nocturno.

¿Irme? ¿Y perder la gran oportunidad de pasar unas horas con el Sol Naciente? ¡Qué va! Prefiero eso a una noche de música, desmanes y quizá algo de alcohol... Basta cerrar el pico y escuchar para darse cuenta que el silencio se carga una auténtica fiesta.

Fue un intento débil, menos ácido que otros tantos lanzados en aquella misma habitación; pero en ese momento no se sentía capaz de más, con aquella carga inidentificable en su pecho. Respiró profundamente, con la leve esperanza de que el aire frío le ayudara a clarificar las ideas; vano intento, lo único que recibió fue el frescor que le hizo toser merced a haber fumado recientemente. Seguramente moriría de enfisema pulmonar algún día; solo cuando Asseylum se lo pedía, dejaba el cigarrillo de lado. Prácticamente todo el resto del día traía uno colgando de los labios.

Hey, muñeca.

[...]
SK1566354 · 26-30, M
Aquello parecía una obra ensayada de antemano. Asseylum le ofrecía la libertad del turno de vigilancia; Slein declinaba con alguna frase mordaz, y el diálogo comenzaba. No obstante, aquella noche no parecía tan dispuesto a seguir el juego. De alguna manera, parecía compungido. Su natural sarcástico y su proclividad a las bromas atenuaban esa sensación, pero era indudable: había un matiz melancólico en su forma de mirar las cosas y, en particular, a Asseylum. Rara vez se tomaba el atrevimiento de traerle cosas del exterior, pues sabía la dureza con la que sería reprendido si era descubierto: ya lo había experimentado antes, cuando la inocencia y solidaridad lo hacían pensar más en la chica que en sí mismo; mas esta era una de esas raras ocasiones, aunque ella había rechazado los pequeños presentes, que no eran más que algunos dulces tradicionales. Suspiró. Slein acomodó la pequeña bolsa dentro de su chaqueta verde y se dirigió hacia Asseylum, a paso lento, hasta pasar de largo y [...]
La verdad era que le encantaba oírlo declinar o indignarse; hacerlo rabiar la hacía sentir mejor.
Tal vez hubiera sido mejor que cambiaras tu turno con cualquier otro. Seguramente grandes experiencias te esperaban afuera.

Con suavidad comenzó a balancearse lo poco que el espacio le permitía y tras unos segundos en silencio procedió a responder:

No, disculpa. Tal vez mañana. Hoy no estoy de humor.

En los últimos días la habían obligado a tomar una especie de droga tras cada comida y esa "pildora milagrosa" no hacía otra cosa que alterar su mente, aunque al contrario de potenciarla junto a sus poderes solamente parecía darle dolores de cabeza con tantos cambios de humor que ni ella entendía. Se sentía nuevamente ajena a su propio cuerpo y sabía que de ver las cosas que él le había traído se sentiría también ajena al mundo. No quería eso, las ganas de saltar por la ventana ya eran grandes sin ayuda de eso.

¿Por qué no te vas? No le diré a nadie.

Cada noche rigurosamente le proponía lo mismo como si no lo quisiera al rededor.
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